Menos de lo Mismo es una forma de aportar menos de lo mismo a estos lúgubres sitios donde desafortunadamente nos ha tocado vivir. Digo menos de lo mismo y no nada de lo mismo, porque se me va a hacer muy difícil salir de la mediocridad habitual de la que formo parte. Ni etiquetas ni temas. Simplemente lo que quiero.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Arroba
El lenguaje nos sirve para ordenar el caos reinante delante de nuestros ojos, y no sólo eso, sino que todo aquello que no puede nombrarse no existe. Me animo a decir, que el lenguaje es un ente superior a la realidad misma, ya que por un lado elimina lo innombrable como “real” y coloca figuras susceptibles de lenguaje como reales. El número 4 no tiene materialidad pero existe a través de nuestro lenguaje, lo mismo ocurre con Dios.
La capacidad de ser “real” se la da el lenguaje, y no otra cosa.
Pasado millones de hojas de investigación de largo, esto nos lleva a tirar una idea que dice, que en cierto modo, la realidad es construida por el lenguaje y por sus usos.
Ahora bien, esta construcción no es individual, sino que es una construcción de los poderosos, aquellos que sostienen el poder simbólico para otorgarles significados a las palabras. Aquel que puede decir que “Hacer Patria” es defender la nación contra la subversión, o aquel que dice que “Hacer Patria” es sembrar soja, o aquel que dice que “Hacer Patria” es una pelotudez.
Quien tiene el poder simbólico es quien puede darle significado a las palabras, darles sentido, y en última instancia ordenar y explicar la realidad.
Desde hace siglos, por no decir desde toda la historia de la humanidad, salvo contados ejemplos, el poder y lo poderoso siempre fue asociado directamente a una cuestión de género. El poderoso, el que tiene el control de lo público ha sido el hombre y quizás esta sea la razón de porqué el lenguaje, por lo menos hablo del castellano, sea “machista”. Es decir que el castellano está ordenado estructural y semánticamente a partir de variables masculinas, que terminan por explicar la realidad.
Desde nuestros mismos procesos de comunicación, de nuestro uso del lenguaje, partimos de una concepción del mundo víctima de la desigualdad de género.
Esto llevo a que desde el mismo inicio de los movimientos feministas el reclamo por uso del lenguaje y su modificación aparezca como una bandera de estos movimientos. Nunca se ha tenido éxito al respecto, hasta llegado el siglo XXI.
En algún momento a alguien se le ocurrió inteligentemente modificar las terminaciones masculinas o femeninas (los/las… etc… NO ENTIENDO NADA DE GRAMÁTICA) y utilizar algo más cercano a lo que seria la igualdad de género. Es decir un mix, entre los femenino y lo masculino. Y apareció el Arroba @.
Lo que ocurrió es que los/las empezaron a ser l@s.
La arroba es una forma de medida de peso que viene de los árabes y que ha sido, y sigue siendo usada en los intercambios comerciales. Así que tiene un origen y una actualidad vinculada fuertemente el mercado.
Esto en cuanto a su utilización práctica, pero en cuanto a lo que representa como símbolo, el arroba es en realidad la máxima expresión de la globalización y del imperialismo cultural que tiende a la homogenización de las diferencias culturales y a la destrucción de las individualidades. El Arroba es el símbolo del siglo XXI.
La globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo. La dominación
de estados y mercados, de sociedades y pueblos, se ejerce en términos político- militares, financiero-tecnológicos y socio-culturales. La globalización intenta lograr que todos seamos iguales, y no necesariamente buenos, sino que burgueses adaptados a una vida burguesa.
Homogeneizados en cuanto a los gustos musicales, alimenticios, de vestimenta, homogeneizados en las maneras de hablar, de expresar y de pensar. En estos momentos no piensa muy diferente un adolescente acomodado de Sanhgai que un hijo de obrero inglés, o que el hijo de un remisero en Tandil. Esta estandarización conlleva la destrucción de las culturas autóctonas y ni hablemos de los efectos económicos de la globalización.
Ahora bien y yendo a las cuestiones más prácticas, el arroba impide ser leído en voz alta sin incurrir en tremendos yerros e interminables arrobas.
El arroba, al impedir ser leído en voz alta, es una forma más de la privatización del lenguaje y forma parte del individualismo más acérrimo, ya que reduce la lectura a un acto individual, secreto y privado, evitando la solidaridad propia del lenguaje y destruyendo en sí misma la tradición oral de nuestro discurso.
Me pregunto luego de pensar lo que realmente significa el arroba si es correcto usarlo como modo de crear un idioma no –sexista. Y sí, la verdad que con el arroba el idioma mejora un poco en ese aspecto, pero detrás del arroba, está la destrucción de la individualidad y de la cultura. Entonces vuelvo a preguntarme ¿Está bien usar el arroba como forma para crear un idioma no-sexista si detrás de ese símbolo se encuentran reflejadas todas las calamidades del siglo XXI?
MMMMMMMMMMM… me parece un tremendo error. No discuto de ningún modo la necesidad de modificar la estructura del lenguaje y sus usos, pero de ningún modo puedo aceptar el arroba como forma de reemplazo. Por ser mercantilista, por ser el símbolo de la globalización y por destruir la tradición oral, me niego a usarlo.
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