viernes, 10 de febrero de 2012

Una docena y media de huevos

Que raro todo lo que pasó ayer, 9 de febrero de 2012, día que quedará en la memoria colectiva de una ciudad habituada a olvidar, a repetir errores y a jactarse de sus ciudadanos “ilustres”. Ayer dos de ellos cayeron, cayeron ante la justicia, ante el sufrimiento de la prisión al comprender que simplemente eran ciudadanos comunes, con nuestros mismos derechos y obligaciones. Cayeron, por fin, por suerte, por todos ellos. Siempre como periodista se intenta, nunca se logra, y tampoco creo que sea deseable, ser “objetivo”, pero ni soy periodista y ni soy objetivo, y creo que referir un día tan especial como el de ayer sólo podría hacerse en primera persona, en lo que yo viví, sentí y compartí. Estaba ansioso, más allá de mis experiencias de militancia y demás, nunca había participado en nada vinculado a los juicios a genocidas y esperaba el momento con el corazón a mil kilómetros por hora, como ese chico que espera el regalo de cumpleaños, o aquel que espera a una familiar después de no verlo durante años. La justicia genera ansiedad, aun sabiendo que nada va a ser lo mismo, y que el daño es irrecuperable, la justicia alegra, tranquiliza, reconforta, nos dice todo el tiempo, como las películas de Hollywood, el malo paga, o como nos estamos acostumbrando a decir ahora “todo vuelve”, y como un boomerang de la historia, 30 años después, volvió. Llegué a la una de la tarde, ya había dado inicio el juicio y vi el viejo edificio del Hotel Palace, ahora convertido en Universidad, colgado de banderas de agrupaciones, con pintadas, con carteles, gente en los balcones mirando hacia abajo, y todo aquello que en un día común me parecería una estupidez y una falta de respeto a ese magnífico lugar, ayer daba felicidad. ¿Todo vuelve?, me pregunto otra vez, pues claro, porque en aquel edificio que durante la década del 20´ y del 30´ se había convertido en un lugar ineludible de la ciudad de Tandil, donde había cantado el grande de Gardel, donde la gente asistía a bailes, casamientos, fiestas y conciertos, ahora el pueblo se juntaba de nuevo en esa esquina, no ya para un espectáculo artístico, sino para repudiar a los genocidas que se creían impunes. Se iba acercando más gente mientras que desde la pantalla y del audio se escuchaba las acusaciones a los cinco procesados por la causa, tres militares y dos civiles. Sí dos civiles, seguramente los primeros de una serie infinita de ciudadanos, que porque no tengan uniforme de fajina van a tener más perrogativas que el resto, siendo igual de responsables que los militares. Terminado todo, se confirma la prisión preventiva para todos ellos, y la primera gran alegría llegó a nuestra ciudad, a la zona, al país y a todos lados. Estos tipos iban a cárcel común mientras se desarrollaría el juicio. Si Dios existe, respiró aliviado una vez más, cansado ya de las pelotudeces humanas. Nuevamente la ansiedad, ahora quizás más temerosa. Me aposté, término militar que viene al caso, en la puerta de Rectorado que da sobre Pinto, la de la entrada del teatro, por donde pasan artistas y público, esperando que salieran los procesados. Tenía miedo, mucho miedo de lo que me iba a encontrar y finalmente salieron. Primero los hermanos Mendez, agachados, insultados por todos, nerviosos y avejentados, después dos militares más y luego el último, todos recibiendo el mismo clamor popular tan particular que te dice al oído y al corazón que sos un hijo de puta. Los ví, y si hubiese tenido un arma los hubiese matado ahí mismo, frente a la policía, aún sabiendo que estaría preso toda la vida. Por suerte para mi no la tenía, y solo en mis manos estaba mi camarita, disparé, les di en la cara, sufrieron. Un rato después ya más tranquilo me puse a pensar en esos viejitos que había visto salir, protegidos por la policía, que seguramente en algún momento les dejé el asiento en el colectivo, que los dejé pasar en la cola para pagar la luz, que los dejé cruzar la calle, que al verlos me daba lástima, ahora los vuelvo a ver y no puedo dejar de retorcerme la cabeza el pensar que esos viejitos lindos eran genocidas, habían secuestrado, habían torturado y matado. La música y el festival cultural calmaron la cabeza de muchos, y sobre todo la mía. Me volvió la alegría, eje de campaña de los organizadores, por lo que vivía, por lo que vivíamos. Llegó la Bersuit y todos a bailar, pero seguramente nunca más me vaya a olvidar de este momento cuando una voz pegadiza dijo “vos me estás mirando y yo voy a caer colgado en tu sien… sólo voy a volver, siempre me vas a ver y cuando regrese de este vuelo eterno…” y todo lo que me había imaginado, vivido, sufrido vino a mis ojos, y no pude hacer otra cosa que angustiarme como nunca en mi vida y largarme a llorar como un chico, pensando en la mierda que somos. Momentos en los que se arrepiente uno de haber nacido, de tener la desdicha de compartir con la humanidad todo. Mi angustia duró varias canciones más, y recordé algo que una amiga me comentó a la tarde, de que había ido a comprar seis huevos para tirarles a estos tipos, y el almacenero, milagroso almacenero, en vez de cobrarles les regaló una docena y media para tirarles. La humanidad volvió, o mejor dicho nunca se fue, y me alegré por el almacenero, por los huevos en la pared y en el cuerpo, por los miles de personas que estábamos ahí, por los 30.000, por la justicia, por el todo vuelve, y el “no nos han vencido” se marcó en mi cabeza, y esperemos en la memoria colectiva de un pueblo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Chusmas

Pequeño texto experimental porque nunca había escrito diálogos. Creo que esta idea da para otra cosa mas grande... pero para empezar a experimentar zafa.


Abrí la ventana
El qué?
La ventana, abrí, mirá para afuera.

Con la mayor paciencia que podía llegar a acumular, por no decir que estaba hinchada las bolas, Margarita abrió la ventana por trigésima novena vez aquella semana de noviembre. Asoma la cabeza como toda vieja chusma y mira al vecino.

Y… qué está haciendo?.
Nada, está parado en el zaguán, fumando un cigarrillo. Con cara de boludo como siempre.
Ay, no hables así del Carlos. Con esa cara es el único que labura.
Labura?... ir a pedirle plata al tío no es trabajar.
Pero si le hace los mandados.
Ja!, va a comprar 3 kilos de papa, se queda con dos y le garronea el vuelto.
Ahí mira para acá, cerrá, cerrá.
Hace calor, dejá que entre aire
Pero nos va a ver.
Hace cuatros meses que nos ve.

El Carlos termina el cigarrillo mientras las amigas siguen discutiendo entre cerrar o abrir la ventana. Se da vuelta elegantemente y entra por la puerta de su casa. Ni Carlos ni la casa estaban muy bien, pero para esa cuadra no había nada mejor.
Si la casa tenía un reboque caído, Carlos tenía manchado el pantalón, si la persiana estaba torcida, tenía largo el dobladillo, si el picaporte no combinaba con la puerta, ni hablemos de la corbata. Una simbiosis tan extrema era difícil de encontrar en la naturaleza, y más aún en una inmobiliaria. Pero a Isabel le encantaba.

Y… entró?
Si seguís así va a pensar que ando atrás yo. Dejá de hinchar.
Bueno, me abatato. ¿Qué querés que haga?
Qué salgas, le golpees la puerta y le digas.
Claro y me muero en plena calle?
No es para tanto. ¿Vas a esperar a que enviude?
No, capaz que la mato antes.

Las dos se ríen acaloradamente del chiste negro aunque detrás de todo ese manto de nerviosismo, temor y abatatamiento algo en serio había. Esa chiruza no me puede haber sacado el candidato, ni sabe cocinar, se decía para adentro cada vez que sonrientemente la saludaba cuando se la cruzaba en la calle. Y digamos la verdad, la otra era una verdadera chiruza, sin miedo a equivocarnos, podríamos llegar a decir que entre el Carlos y la Victoria no hacían uno.
Noviembre transcurrió del mismo modo, que abras, que cierres, que vayas, que le digas, que todo, que la mato, que nada. Pero ahora, con la calor que venía de la calle Rodríguez la ventana estaba siempre abierta y tenían la excusa ideal para estar todo el día cebando esa pava vacía y haciendo que tomaban mate.
El verano es el tiempo ideal para las chusmas porque no necesitan esconderse para mirar al vecino entrar tarde y borracho, no necesitan mover la cortinita para ver a Gladis tirarle la basura al de al lado, ni tampoco salir a barrer la vereda para ver si la de esquina sigue comprando cuarenta sifones por día.
“Hay que calor”, decían las dos al unísono antes de decir buen día. “Menos mal que tenemos un gran ventanal que se abre de par en par, sino ahí adentro nos sofocamos”, decían antes de despedirse. Y como si fuera un paraguas legal, estaban cubiertas de lo que todo el mundo sabía, que Isabel andaba atrás del Carlos, que Margarita iba a morirse soltera y que las dos eran las más chusmas del barrio.
Barrio era una forma elegante de llamar a ese sitio abandonado. Quizás había que referirse a cuatro cuadras de barro o polvo según el clima, “El vencido” famoso bar de mus y a una serie de casas que transitaban entre el tolderío más pampeano, pasando por el chaperío de la revolución industrial y terminando en la posmodernidad de los ladrillos huecos.

¿Pusiste el agua? Hoy tengo ganas de mate.
Mucho calor, le ponemos agua fria.
¿Tereré?
Si, ¿porqué no?
Ay Isabel, me voy de vientre con el tereré. Te acordás el viaje que hicimos por el Paraná. Todo el viaje de vuelta…

La conversación se interrumpe de inmediato ante la proximidad de unos gritos ensordecedores que venían de enfrente. “Corré, corré. Abrí la persiana” gritó Isabel pero ya era tarde. Aún a pesar del esfuerzo de Margarita cuando llegó ya todo se había silenciado y volvió a su perpetua normalidad.

¿Qué pasó, viste algo?
No nada.
Pero los gritos? Eran de la yegua esa no?
¿Cuál de todas? (Preguntó Margarita a propósito para enterrarle una pequeña daga en el pecho a su amiga)
Victoria, la del Carlos.
Te parece? (girándole el cuchillo despacito)
Pero claro, era ella. Quien si no? Mirá, la puerta. Carlos?.

La puerta se abrió despacio y el Carlos salía con una valija en sus manos y con el cigarrillo en la boca. Como bien decía Margarita, siempre con esa cara de boludo, pero ahora un poco más triste por la situación. Seguramente venía de hacía tiempo, no podía ser que tenga la valija ya lista meditaron las amigas un rato después mientras instalaron las sillas en la vereda para prevenir cualquier eventualidad. Tanto el entusiasmo que Margarita ni se había dado cuenta que el agua ya estaba helada, pero ni le molestó tomar tereré. Nunca le había caído tan bien.
Esperaron un rato largo sentadas sacando conclusiones y haciéndose películas de los motivos reales, aparentes y ficticios de la supuesta pelea, que supuestamente escucharon. En realidad lo único que sabían es que había habido gritos, pero no estaban muy seguras que los haya hecho la yegua. El Carlos tiene una mina que conoció en lo del Tío, seguro la enfermera, la sobrina de Martínez el del Bar, que lo debe haber engatusado con ese vestido horrible que se pone todos los días y con el peinado de Briggitte Bardot copiado de la revista que la manca peluquera le hizo. La yegua los debe haber visto medio arrimados algún día y lo apuró al Carlos, que boludo como es se vendió fácil y le contó todo. “Si, así es”, dijeron las dos y juzgaron el caso como cerrado.
El Carlos no volvió más, la Yegua se mudó, las amigas siguieron abriendo las ventanas todos los días y continuaron recreándose películas en su cabeza, que aunque parezca mentira siempre la pegaban. Extraña racionalidad la de las chusmas, que arman de un rompecabezas de datos cualquiera, una historia de vida.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Los durmientes

Parecía mentira pero después de recorrer 200 kilómetros por el desierto, el tren se encontraba, como si fuese un oasis, con una pequeña luz, que para lo que era ese lugar, parecía una de las estaciones más fastuosas de Inglaterra. Un simple palo corroído y gastado por los vientos de la Patagonia, que hacía de base de un pequeño foco, titilante, tembloroso, que siempre parecía estar por apagarse, aún cuando ya hacía unos cuantos años que estaba en servicio. Este faro desértico era el símbolo de una estación de tren. A lo lejos y desde la ventanilla parecía una solitaria luciérnaga que se acercaba lentamente entre el traqueteo de los durmientes y las vigas. Quizás ahí, los durmientes tenían más significado que en otros sitios, todo parecía no existir y dormitar en ese letargo propio del desierto. Alguien decía que el tiempo en el desierto no transcurre, pero creo que se equivocaba, en el desierto el tiempo pasa demasiado rápido, tan rápido que no nos damos ni cuenta. El tren comienza a desacelerar y la luciérnaga se hace más grande hasta que se detiene justo sobre mi ventanilla. Estaba en el centro de esa estación de tren, pero todavía no había movimiento, nada parecía alterar ese juego de sombras. La noche estaba clara y los objetos no parecían reales, eran objetos anónimos, siluetas vacías de contenido, como en la caverna de platón, ni el arbusto era una planta, ni el alambrado era una señal de propiedad privada. Un minuto, quizás dos, estuve mirando hacia el costado esperando que algo transforme esa realidad. Lo único que se movía era el reflejo de mis ojos sobre la ventanilla ennegrecida por el polvo. El silbato resuena estridente con más energía que nunca y se sienten las pequeñas vibraciones del tren arrancando. La luciérnaga se traslada lentamente por el costado de la ventana, mientras me preguntaba porqué se había detenido en ese lugar. Con el tren en movimiento veo justo debajo de la luz una figura humana que el farol no llegaba a iluminar, quieta y grisácea pero que se desprendía de ese fondo desértico. La luz, el palo y la estación toman sentido. El tren se detiene y la silueta se hace mujer cuando sube al vagón. Otra vez el temblor, otra vez arranca. El polvo levantado por el tren terminó de cubrir esa la luz y el desierto volvió a ser desierto.

lunes, 4 de julio de 2011

La muestra Itinerante del BAFICI se viene pa´ tandil

La 13° edición del BAFICI Itinerante se llevará a cabo en distintas ciudades del país entre agosto y diciembre de 2011, organizada por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en colaboración con instituciones locales.

El BAFICI es un evento cultural que contribuyó a mejorar y a transformar los modos de ver y de hacer cine en Argentina. La diversidad y el riesgo estético de su programación y la posibilidad que ofrece de aproximar espectadores, críticos y cineastas a las nuevas tendencias del cine del presente y del futuro fueron haciendo crecer su relevancia en nuestra ciudad y en todo el mundo cinematográfico.

Uno de los principales objetivos del BAFICI es irradiar ese poder de transformación más allá de las dos semanas anuales que dura y más allá de la Ciudad de Buenos Aires. BAFICI Itinerante es ese esfuerzo por expandir su oferta a las ciudades más importantes de Argentina que, de manera creciente, demandan la posibilidad de acceder a esas películas. Se creó en 1999, con la primera edición del Festival, por la necesidad de generar espacios alternativos de exhibición en otras urbes y localidades del resto del país de obras cinematográficas que no llegan habitualmente a las carteleras comerciales.

BAFICI Itinerante comenzará el 3 de agosto en la Ciudad de Mendoza (3 al 7 de agosto) abriendo la muestra con Los Marziano con la presencia de Ana Katz y parte del notable elenco-, y continuará hasta mediados de diciembre de 2011. Mendoza, Neuquén, Bahía Blanca, Rosario, Córdoba, Santa Fe, Paraná, Viedma, Tandil, La Plata, Bariloche, Cipoletti, Resistencia y Montevideo serán algunas de las ciudades que participarán en este recorrido.

En BAFICI Itinerante se proyectarán películas pertenecientes a las distintas secciones de la 13° edición del Festival. Se presentarán la mayoría de los films premiados y películas argentinas como El Estudiante de Santiago Mitre; Yatasto de Hermes Paralluelo; Las Piedras de Román Cárdenas; La carrera del animal de Nicolás Grosso, Ostende de Laura Citarella. Además de títulos de gran relevancia en los festivales internacionales de cine como Norberto apenas tarde de Daniel Hendler, y una extensa lista de descubrimientos y valiosos títulos como Sipo'hi El lugar del manduré de Sebastián Lingiardi; Novias Madrinas 15 años de Diego y Pablo Levy; Hoy no tuve miedo de Iván Fund; La peli de Batato de Goyo Anchou y Peter Pank; Moacir de Tomás Lipgot; Creo que te amo de Germán Greco entre muchos otros.

Participarán también títulos fundamentales del cine internacional como La vida útil (Uruguay-España) de Federico Veiroj; La vida sublime (España) de Daniel V. Villamediana, True Love (España) de Ion de Sosa; Música campesina (Estados Unidos/Chile) de Alberto Fuguet; La muerte de Pinochet (Chile) de Bettina Perut e Iván Osnovikof, entre otros.

A toda esta programación se sumarán directores y productores argentinos que viajarán a las distintas sedes para realizar encuentros con el público.

La presencia de invitados en las sedes es sustancial, ya que además de las presentaciones de las películas y posteriores sesiones de preguntas y respuestas, en las distintas sedes del BAFICI Itinerante se organizan talleres, mesas debate y diversas actividades abiertas a todo público.

domingo, 26 de junio de 2011

Hinchas y barras rompen con la gloria.


Tristeza por descender, por ver al equipo en crisis, pero más que nada por ver al club destruido. Ese estadio que hace exactamente 15 años festejó la segunda copa libertadores, donde en algún momento se alzó la primera copa del mundo, aunque nunca nos la deberían haber dado.
Ese estadio, que no por casualidad se llama Monumental, porque realmente lo es, ahora está en ruinas, aniquilado por el fútbol y aniquilado por hinchas y barras.
Porque no seamos ingenuos, la gran mayoría de los criminales que destruyeron el símbolo de River son barrabravas, pero muchos otros son simples hinchas como yo, que ante la locura y ante la desesperación reaccionaron de la peor manera posible haciéndose ellos mismos los dueños del problema.
Desde hace 10 años las cosas se están haciendo mal, dirigencialmente y deportivamente y todo trae sus consecuencias. Hoy en River, la última pata que quedaba libre, la de los hinchas, quedó rota.
Los barras ¿porqué destruyen todo? Obviamente que River se vaya a la B significa para estos delincuentes, con vínculos con los dirigentes de River y con las altas esferas políticas del Estado y de la Ciudad, perder mucha plata. Los barras pierden guita y mucha, y por eso su bronca. Porcentaje de pases, empleos públicos, venta de entradas, cobro de estacionamiento, venta de drogas y cobro por aprietas representan para unas mil personas (los barras) una ingreso alto y seguro.
No les importa la camiseta ni el aguante ni nada, pierden plata. Cuando River pierde ellos se quedan sin laburo, que es ser profesionales del aguante, de la violencia y de las apretadas.
Son los mismos que después están en lo actos políticos, en muchos aprietas a manifestantes que no convienen ni a la Ciudad ni a Nación. Todos saben quienes son y todos dicen combatirlos. Hasta los periodistas deportivos que no cabe duda que muchos de ellos tienen arreglos con los barras, por miedo o por cómplices.
Irnos a la B es una simple circunstancia o momento de crisis, que no va a durar mucho y todos sabemos que el año que viene festejaremos el ascenso. Pero estos hijos de puta, que viven del club y que encima lo destruyen van a estar y se van a quedar. Y van a seguir cagándose de risa delante nuestro, porque en la B, en la C o donde sea van a seguir chupando la poca sangre que ahora le queda a River, y lo peor de todo, es que ellos mismos, profesionales del “aguante”, se van a jactar de que son los que más cantan, de que aguantan los trapos y no se que otra mierda.
Ellos destruyen el club de nuestros amores, y encima nos dicen que lo defienden. Y muchos, y muchísimos, cada vez que entran los delincuentes a la cancha cantan “llegan los borrachos del tablón…” siendo cómplices de estos delincuentes que destruyen el club, con sus principales cómplices, los dirigentes y algunos jugadores.
No tenemos salida, mientras todo el ambiente del fútbol haga negocios con los barras, mientras los hinchas en vez de putearlos los alientan, no hay salida.
Vamos a volver a la A, vamos a volver ganar la Libertadores y vamos a volver a salir campeones del mundo, pero estos hijos de puta se van a quedar, y nos van a seguir cagando a costa de la Gloria de 110 años.

jueves, 23 de junio de 2011

Sobre los Documentales Solidarios

La solidaridad siempre apareció como un mecanismo reconfortante para una burguesía que cada tanto se apiadaba de lo que indirectamente generaba, hambruna, enfermedades, desigualdades y exclusión. Y aún antes de que podamos identificar a la burguesía como clase históricamente reconocible, la solidaridad siempre estuvo de la mano de aquel sector que detentaba el poder y que indefectiblemente dejaba a la mayoría de la población en la miseria absoluta.
Pero ¿porqué la solidaridad es habitual de parte de los dominantes? Porque claramente es una forma de paliar momentáneamente una situación crítica, sin por eso cambiar estructuralmente las causas de ese problema. Hay hambre, juntamos arroz, se acaba el arroz, hay hambre, juntamos arroz, etc. La solidaridad no se plantea en ningún momento la pregunta de ¿porqué hay hambre? No se la pregunta porque desde ese momento no es más solidaridad y se transforma en intento de cambio real.
La solidaridad es un acto autoritario que ejerce un poderoso (políticamente, económicamente, o que simplemente está mejor parado que el otro) de manera vertical y que tiene el objetivo final de demostrar su lugar sin mejorar la situación real del “ayudado”. Ayudo, me siento mejor (no tan culpable) pero también demuestro quien soy yo y sobre todo quien sos vos.
Pero la solidaridad toma muchos mecanismos diferentes y es inevitable que en la era de la imagen, en la era de las multi-pantallas la solidaridad tome nuevos cauces vinculados al arte.
Obviamente la televisión y sus mecanismos de escándalo(1), toma la delantera con sus informes melodramáticos sobre problemas en la sociedad e intenta generar, desde el mismo establishment, una sensación de culpabilidad en el espectador.
Los grandes medios, las grandes cadenas de comunicación exponen con todos los recursos televisivos a su disposición (grandes titulares, música elocuente, preguntas hábiles y montaje artificioso) una situación de absoluta desesperación en una víctima específica, sea por un desastre natural, por la hambruna, o por la violencia. El objetivo final es generar en el espectador medio un sentimiento dramático y de culpa. Quizás también debe estar ligada al miedo, pero eso ya es otro tema.
Recuerdo, en plena crisis del 2001, ese informe en Santiago del Estero sobre los niños llorando de hambre que tuvo gran repercusión en los medios que alcanzó el paroxismo en los programas de “chimentos”. Fue tal el impacto de la nena llorando que Jorge Rial lloró en su programa y se organizó una especie de colecta para paliar la situación de la niña y su familia. Obviamente, como era de esperar una semana después nadie se acordaba de nada, y lo más probable es que esta niña haya muerto.
Toda una generación recordará las filmaciones de los niños hambrientos en Africa, de los incendios en la guerra de Vietnam y de las primeras fotografías de las víctimas en Hiroshima y Nagasaki.
Pero este mostrar sin más, es exactamente el mismo mecanismo de la solidaridad aplicado a la imagen. Muestro una situación dada (hay hambre), genero culpa en el espectador (juntamos arroz), el film termina y nos vamos de la sala.
Ayer vi un par de documentales de Marcelo Bukin solventados por algo así como Global Fundation, no recuerdo bien el nombre, en donde se mostraban a niños de toda Latinoamérica en situaciones críticas de trabajo esclavo, de abandono y con enfermedades. Situaciones realmente espantosas que ocurren en todo el mundo, en todo momento, y seguro que en la esquina de mi casa está pasando algo similar.
La cámara prolijamente instalada, un buen sonido, buenos encuadres, lo que se podría hablar de un documental sobrio que expone un situación dada, o mejor dicho muestra. En realidad no expone, ya que no da ninguna explicación de lo que está sucediendo.
Niños trabajando a destajo haciendo ladrillos, niños comiendo en basurales, niños huérfanos y abandonados por sus padres, pero nunca sabemos porque es que ocurre esta situación. Simplemente se nos muestra.
No hay problematización de la situación, todo parece natural. Me animo a decir que está mostrado como natural. Existen los pobres y aquí se los mostramos. Cómo en un circo enjaulados por la pantalla vemos lo exótico y lo pintoresco de la pobreza, de la humillación y de la exclusión.
Para estos documentales no importa la razón de porqué los padres abandonan a sus hijos en Nicaragua, ni porqué en el Lago Titi-Caca vive una familia de tres chicos huérfanos de la pesca y el mascado de juncos. Es así, y eso es suficiente para mostrarlo y con ello generar un espectáculo.
En algún momento escuché que la única forma de caminar, que la única forma de avanzar es preguntando y no dar nada por sentado. El mismo avanzar, este mismo movimiento es el cambio, y si no se pregunta no se cambia, se mantiene el statu quo cuando nadie pregunta nada y cuando todo es natural.
Documentales-Solidarios es el término que se me ocurrió para nombrar a estas filmaciones que aplican los mismos mecanismos de la solidaridad sin problematizar lo que se está mostrando. Espectáculo y escándalo unidos forman estos documentales que tienden a mantener el estado de cosas actuales.
Un verdadero documental debe generar dos mecanismos de cambio, por un lado en el espectador y por otro lado en aquellas personas filmadas.
Para los espectadores la única forma es preguntarse en el mismo documental sobre las causas de esos problemas o plantear las preguntas necesarias para que cada uno pueda problematizar. Mostrar sin más, es un espectáculo que termina rápido y se olvida aún más rápido.
Lo otro ya es más complejo. ¿Cómo hacer para que un documental pueda servir como punto de partida para modificar la situación de crisis de las personas filmadas en ese documental?. Algo difícil de saber, pero me imagino que la única forma es que ellos mismos sean parte del documental, no sólo como protagonistas, sino como realizadores de la historia de sus vidas.

(1)La prensa amarilla surgió como una forma nueva de hacer periodismo para atraer un público cansado de la “seriedad” histórica de los diarios, destacando aquellas noticias que más morbo podían generar en la población. Los fraudes, las peleas entre famosos, los errores de los políticos y los grandes crímenes tomaron la primera plana y ya no la abandonarían. La televisión y específicamente los noticieros encontraron en el sensacionalismo la oportunidad de generar un impacto inmediato y llamar la atención del espectador utilizando sus propios recursos.