“Pienso luego existo”, me dijo un tipo mientras se acomodaba la corbata en el colectivo. Me le quedé mirando, mitad con sorpresa y mitad con estupidez.
Nunca había escuchado algo así. ¿Sería filósofo?. Este tipo, tenía la posta. Estaba ahí parado, acomodándose la corbata y mirando el techo del cole, como si ese simple gesto significara hacer todas las respuestas del crucigrama sin usar la última hoja.
Con ese nudo maltrecho, más parecido a un ovillo, se animó a volver a decímerlo. ¿Sería el nudo lo que lo hacía brillante?. No quería quedarme con esa duda y le pregunté.
:-Disculpe, señor… es el nudo?.
Sorprendido, me mira y dice “sólo sé que no se nada”.
Ahora sí, el mundo entero se me vino abajo y yo ahí agarrado del pasamanos. Otra frase célebre, otro pensamiento infinito de un tipo con corbata en un colectivo. Me llamaba la atención que ante tanta brillantez, nadie del micro se hubiese sacudido. Porque todo bien, que se suba una embaraza y todos se hagan los dormidos lo puedo aceptar, pero ignorar a este sabio, era algo que no se podía tolerar.
La juventud esta perdida me dije en voz baja. No quería que mi frase sonara tonta y avergonzarme ante el hombre de corbata. Pero no lo pude evitar. Con ojos perplejos, como los de los dibujitos chinos, se volvió hacía mí, y ofendido se fue caminando hacia la puerta de atrás del colectivo.
Toca timbre, se abre la puerta y grita “ser o no ser”, mientras se baja del colectivo en movimiento.
Yo me quedé mirando el techo y acomodándome la corbata.
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