viernes, 2 de mayo de 2008

Futuros Pasados de Moda


Este pequeño texto lo escribí hace un año, pensado como un pequeño chamullo para ganarme una beca, que finalmente gané (aunque parezca increíble). Está un poco aggionardo del original, pero mantiene los mismos pensamientos.
Me llamó la atención lo interesante que está. NO suelo escribir demasiadas cosas interesantes. Quizás el texto este un poco aburguesado, pero valió la pena escribirlo y debe valer la pena leerlo.

Desde siempre se ha pensado, quizás acertadamente, que el futuro depende de las generaciones venideras y que la mejor tarea que se le puede exhortar a los mayores es el allanar el camino para que los jóvenes puedan dar lo mejor de sí y trabajar para el progreso del conjunto. Esta idea sólo tiene sentido cuando el mismo futuro es una luz, cuando es un faro que transforma las tempestades en aguas tranquilas y cuando hace ver en los jóvenes un motivo de esfuerzo y perfeccionamiento. Sólo se progresa si hay futuro, si se cree en él.
En los últimos tiempos, y más que nada en un país con grandes conflictos como la Argentina, los jóvenes se han visto postergados en todos los aspectos. Quizás por desidia de los mayores o por falta de impulsos de la juventud, la relación de participación se ha visto notablemente disminuida, lo que genera en mi una notable preocupación.
No veo en esta merma una culpabilidad de ningún sector. Las razones quizás habría que buscarlas en otros lugares, en principio, un poco más abstractos. Quizás las causas se encuentren en el tiempo, en la velocidad, y no ya en las generaciones pasadas o presentes.
El tiempo apremia, el tiempo nos alcanza y nos supera las más de las veces. No hay lugar para el futuro, todo se maneja en el ahora, en el ya, el instante que ya pasó. Nadie piensa en el mañana, en el progreso, ni en nuestro hijos, sólo se piensa en el segundo, en la necesidad inmediata, finita e infame muchas veces.
El futuro pasa de moda cuando el ahora toma prepotencia, cuando todo se construye en una esfera infinita de tiempo presente que arrastra los sueños a un lugar absolutamente secundario. No hay preocupaciones en el quehacer del mañana, cuando el ahora come los talones, y como si fuésemos Aquiles, nos hiere letalmente.
¿De qué sirve pensar en el mañana, de qué sirve programar, organizar y proyectar si todo cambia a cada momento? Ya no hay tiempo, ni tiempos. Lo que en algún momento
fue adaptación ahora se transforma en persecución. Uno termina siempre detrás de todo, intentado alcanzar algo que se torna más rápido y que se aleja cada vez más.
Al no haber futuros, al no poder ni siquiera pensarlos ni imaginarlos, la vida de los jóvenes pierde gran parte de su sentido original.
Sólo nos desborda el presente.
Ahora bien, las soluciones no aparecen como flautas mágicas, sino que hay que trabajar para encontrarlas. Es ahí donde el debate, el diálogo y la discusión entre jóvenes hace aparecer futuros posibles, imaginables y esperanzadores, que recuperen parte del papel que nos toca. La reflexión en el aire trasforma los oasis en simples espejismos que se desmoronan al primer sorbo. Y otra vez, volver a empezar. Ya no sirve la simple confianza, ni la voluptuosidad de las promesas, ni la fe en el progreso ilimitado
Nosotros jóvenes todavía, también nos espera un gran papel en el pensar el mañana, ya no preparándose para alcanzarlo, sino transformándose en constructores de nuestro propio futuro.

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