lunes, 20 de abril de 2009

Todas las noches


Lo que sigue es un pequeño cuento que se me ocurrió caminando por baires y lo siguiente es una más de mis tantas locuras...

Todas las noches en las horrendas veredas de Buenos Aires, magulladas y en eterna reparación, miles de contradicciones se entremezclan entre los autos de lujo y la basura, entre lo celulares y los gritos, entre el “progreso” y el “abandono”, entre el “bien” y el “mal”.
Cada calle, cada esquina, cada puerta se convierte en un campo de batalla donde las bajas no se cuentan, pero se sienten, donde la dignidad deja de ser un valor personal para convertirse simplemente en un valor material que ilumina y enceguece al mismo tiempo. La misma contradicción una y otra vez que se repite en cada uno de los encuentros.

Un mercedes, vidrios polarizados, y con los neumáticos recién lustrados dobla la esquina, mientras que la columna de espectadores no lo deja de mirar. Saben en su interior que la única forma de apreciar tanta “belleza” es juntándose todos los días en esa esquina y tan sólo mirarlo e imaginarse ellos adentro conduciendo, escuchando algo de música y quizás también pudiendo estacionar en un auto-Mac y comerse una hamburguesa que no sea de la basura..
Pero sólo es un segundo, la ilusión termina pronto y vuelven a ensuciarse las manos buscando los resabios de alguna pizza, alguna botella o algún diario.
Sin que se lo esperen el mercerdes estaciona justo delante de ellos, enrojeciendo sus rostros con las luces de estacionamiento. Por un momento se notaron sus arrugas, sus laceraciones que la vida al intemperie les produjo. Sus canas brillaron más que nunca, aunque apenas llegaban a los cuarenta.
Pero la oscuridad los volvió a la normalidad, y sus rostros nuevamente parecían jóvenes y relucientes, aunque tan sólo fuese en la oscuridad.
La puerta se abrió y una vez más se dan vuelta, intentando descubrir lo que hay dentro estirando el cuello lo más posible. No logran ver nada, ya que el conductor, quizás algo asustado por la presencia de extraños cierra rápidamente la puerta.
Una vez más la ilusión se corta. Ni siquiera pueden saber como es el interior como para imaginárselo mejor.
El conductor rápidamente se dirige hacia la puerta de su casa sin siquiera mirarlos. En ese momento un joven, totalmente ennegrecido por la suciedad y quizás algo ingenuo le dice: “No tené´ una moneda don”
El conductor escuchando lo que le dijeron se da vuelta y los mira como preanunciando un aviso. Los hombres esperan, también algo ingenuos, alguna ayuda. Comienza a mover los labios, pero no dice nada, parecía resignado. Toma aire una vez más y dice: “Pónganse a laburar, vagos de mierda” y cerró abruptamente la puerta.
Los hombres se quedan pensando, pero sólo un instante, y vuelven a ensuciarse las manos.



La dignidad, y no de manera casual, cambia de significado, alejándose de las definiciones de antaño en donde hacía referencia mucho más a lo que uno era, a lo que uno siente, a lo que uno piensa de sí. Uno era digno cuando se veía a sí mismo y cuando pensaba en repetir cada uno de los actos hechos hasta ahora si le dieran la oportunidad de vivir nuevamente.
Ahora, la dignidad ya no la define uno, ya no se define a si misma, sino que la dignidad es un valor que el resto otorga. Sólo se es digno cuando el resto lo piensa así.
Ahora bien, si la dignidad la determina el resto, la única forma de “a-parecer” digno es mostrarse y uno sólo se muestra por lo que tiene. No puede mostrarse bueno, no puede mostrarse como inteligente, porque no existe ninguna forma de conocer esas cualidades en cada uno, uno las puede sospechar, las puede intuir, pero nunca conocer.
El resto mira, observa, analiza y ve lo material, lo superficial en cierto sentido. Lo que está encima, no importa que haya en el interior, como no lo puedo saber, me relajo viendo-juzgando por lo de afuera.
Si veo “mucho y bueno”, debe tener mucho “más y mejor”, así que mi juicio es:“dignidad”. Lamentablemente desde ya hace un tiempo se es por lo que se tiene, y no se tiene por lo que se es. Si la dignidad es lo que se tiene, cuanto más tengo más digno soy, y con esta lógica se entra en un frenesí de pretender tener más para ser más. Esta locura es una herramienta más que le sirve al sistema para que se generen atrocidades tales como que las que “un perro de un rico coma mejor que el hijo de un pobre” (gracias Castells por la frase). Más, más, más y más... garantía de la dignidad, no importa cuanto... siempre más.
Y pensaba nuevamente en estas veredas asoladas por agujeros, cintas, tablones, baldosas sueltas, y carteles de reparación, y en todas las contradicciones que a diario salen a la luz. Me preguntaba quien era más digno y que es lo que realmente determina la dignidad. Utilizando la definición habitual es mucho más digno el gran empresario que estaciona su Mercedes Benz en Barrio Parque, y que cuando ve a un cartonero no atina a darle una moneda sino a increparlo y gritarle: “anda laburar vago de mierda”, que un simple cartonero todo sucio y que apenas sobrevive.
El “hombre de bien” con dinero, casa, pileta y las mujeres que quiera, debe ser un tipo muy digno y un verdadero ejemplo. En cambio ese cartonero, vago, sin guita, con casa de chapas y charcos en las puertas, con su esposa y sus siete hijas, es un verdadero indigno, un mal ejemplo, incluso hasta se puede llegar a pensar en eliminarlo, si total quien se va a acordar de ese harapo viviente
Ahora bien, basta de fascismo, cambiemos de dignidad, vamos a la que me interesa a mi, a la dignidad que uno construye, no la que los demás nos dicen.
Pienso en el “hombre de bien”, quizás logró todo lo que tiene trabajando arduamente, de sol a sol, todo el día sin parar, etc, etc, etc, pero difícilmente uno haya llegado a esa situación sin saltar por sobre los demás. No pretendo ser resentido, porque yo realmente no quiero ser ese “hombre de bien”, pero la riqueza de unos se hace sobre la pobreza de otros. El dinero no es un bien infinito, y lo que tiene uno no lo tiene el otro. ¿Qué dignidad puede tener un gran empresario (empresas-pileta-casa-minas) que logró todo eso a costa de sus empleados? ¿Cómo llegar a tener mucho dinero si no es pagando menos de lo que los empleados se merecen? ¿qué clase de hombre es aquel que al ver a un cartonero le grita vago de mierda? ¿Qué tipo de dignidad es aquella que avala todas estas prácticas? Obviamente, una muy aceptada. Este tipo es una basura, un mal ejemplo, y sin embargo es un “buen ejemplo” (contradicción). A muchos les gustaría ser como el, es decir, tener lo que él tiene. No importa si es bueno, si es inteligente, si simpático, en definitiva no importa si es... solo importa si tiene. Quiero ser como el tipo que vive en la esquina de mi casa que está lleno de plata, no importa nada más.
Ahora vayamos con el “mal ejemplo, ese cartonero vago, que no le gusta trabajar ni estudiar... vaya elemento social.” Sin ser cartonero, es muy difícil poder imaginarse la infinita cantidad de sufrimientos que debe atravesar todos los días, durante toda su vida, pero una idea uno se puede hacer.
Pienso en todo lo que tiene que hacer para poder comer... se levanta muy temprano, sin importar si hace frío, calor, si llueve o nieva, camina un montón de cuadras para tomarse un tren que apenas se mueve y que no se cae porque van tan apretados que se genera un efecto presión que impide el movimiento dentro del vagón. Llega a capital, tiene que empezar a revolver en la basura para encontrar algo, mientras las grandes señoras les gritan cosas y los insultan porque ensucian sus lucientes veredas. Incrustan sus manos en las bolsas con la esperanza que no se lastimen y no se contagien ninguna enfermedad, caminan cuadras y cuadras cargados con papeles, botellas, mugre y que se yo que más. Vuelven después de 14 horas a su casa con la noticia de que fue un excelente día: “hoy junte como nunca había juntado antes... traje 10 pesos negra” y ese es el día, una tras otro, sin feriados, ni vacaciones ni nada, y a este tipo le dicen vago e indigno.
Algo debe estar funcionando mal, o muy bien...

1 comentario:

Ale dijo...

Genial. Lo mismo q pienso hace mucho tiempo y nunca había escrito, aunq sí puesto en palabras (otras, no las tuyas obviamente) en repetidas conversaciones.
=)