martes, 5 de enero de 2010

Devolveme la guita



La foto simplemente está puesta como mínimo homenaje al grande de Roberto Sanchez que ayer falleció. Una rosa pa´ Sandro, y un pesito pa´la birra

Pensaba, desatinando como siempre, en la situación de ir a ver un recital de música, donde uno abona un dinero como sentido de valoración por el aporte artístico de aquel que nos deleita o no, con su arte, “tocar la guitarrita”, como diría mi abuelo, luego de tirarme algún “no te hagas el artista y ponete a laburar”.
El tipo se para en el escenario, canta, grita, aúlla y nosotros aplaudimos felices.
En este sentido podemos ubicar dos tipos de recitales, aquellos donde el canta-autor se instala como líder del movimiento y donde no deja la participación de nadie, negando la demagogia de poner el micrófono apuntando hacia el público; y el otro tipo de recital es aquel donde el canta-autor obstinado por la nueva izquierda y el horizontalismo democrático dona algunos fragmentos de sus canciones típicas para que sean cantadas por el público, arengando con un “y como sigue”; con un “ahora ustedes” , o simplemente haciendo gestos inentendibles que la masa entiendo al toque.
Ahora bien, estos dos tipos ideales analizados ya por el sistema weberiano de principios de siglo, no necesariamente reflejan la realidad, sino que son simplemente modelos para el análisis teórico, y poco nos sirven para este blog, mas teniendo en cuenta la poca capacidad sintáctico interpretativa de los lectores del blog, y mucho más aún por la nula capacidad sintáctico interpretativa del dueño del blog.
Para desasnarnos juntos quería comentar lo que me ocurrió ayer al ir a un conocido bar de Tandil donde todos los lunes dos músicos te deleitan con todos aquellos temas musicales que es imposible que no sepas.
Este conocimiento absoluto de la información, saberse las letras de todas las canciones, es lo que posibilita el objetivo de muchos de nosotros, la democracia perfecta, aquí no hay diferencia entre el músico y el publico. Todos manejan la misma información y las diferencias se diluyen en un eco de gritos más o menos decadente.
Los “artistas” movilizaban constanmente a la plebe extasiados por la melodía, y a cada oportunidad los sermoneaban para que cantaran las canciones como alabando a Alá mismo, llegando a sus máximos extremos.
Y aquí viene mi problema. Si yo participo tanto como el músico, si el tipo en cada canción dona el micrófono hacia los espectadores, si hasta incluso sólo toca la guitarra mientras todos nosotros cantamos la canción que él debería cantar, ¿Por qué no me devuelven la guita?.
En ese momento, soy artista, soy cantante y soy músico, hago lo mismo que el tipo que esta parado arriba del escenario, y sin embargo yo pago para hacer eso, y el tipo cobra por lo mismo. Hasta incluso uno se transforma en un ingenuo percusionista, ya sea aplaudiendo o golpeando sin sentido esos pedazos de madera llamados vulgarmente mesas.
Este “artista” cobra un dinero por sus servicios prestados, yo ““artista”” pagó para prestar mis servicios. ¿Esto es correcto?. No es acaso la mano invisible del mercado aquella que debería regular estos desajustes entre la oferta y la demanda. Estamos en presencia de un claro ejemplo donde la oferta sobrepasa ampliamente la demanda y donde no parece encontrarse una solución inmediata.
Todos ofrecemos nuestros cantos al cielo, esperemos que no nos lo sigan rompiendo.

1 comentario:

Rober dijo...

Si voy a ver a Nacho Osa, creo que debería devolverme la plata de la entrada, la del colectivo, la erosión de la suela de mi calzado y por qué no, pagarme por mi tiempo!!!