lunes, 15 de febrero de 2010

El hombre de la cámara




“Para los espectadores: este film representa un experimento en la comunicación cinematográfica de los eventos visibles. Sin la utilización de intertítulos (una película sin intertítulos); sin la utilización de un escenario (una película sin escenario); sin la utilización de las artes teatrales (una película sin sets, actores, etc.). Este experimento aspira a crear un verdadero lenguaje cinematográfico internacional basado en la total separación del lenguaje teatral y literario”
Autor y supervisor del experimento Dziga Vertov

Suele ocurrir que el sistema de medios de comunicación masivos y el mercado cinematográfico, movilizado por la publicidad, nos anticipa que tipo de película vamos a ver. Uno sabe o bien mirando el trailer, o bien conociendo a los actores, o desde el mismo nombre del film que tipo de película va a presenciar en el cine. Nadie espera que ni Arnold Alois Schwarzenegger haga un drama ni que David Linch sea director de una comedia picaresca. Más allá de que no lo hagan porque no está en sus características personales ni en sus afinidades, nosotros lo sabemos porque estamos imbuidos en un sistema global, que tiende a anticiparnos lo que vamos a ver para que vayamos predispuestos con cierta actitud para no frustrarnos ante la realidad vista en la pantalla.
Ahora bien, este “anticipo” no es ingenuo ni gratuito, sino que es una captura de espectadores que desde hace unos cuantos años asiste al cine a ver más o menos lo mismo, y que al mismo tiempo ya tiene una idea preconcebida de lo que va a mirar. El ver una película que uno ya esperaba genera una comodidad en el espectador, esa comodidad del entretenimiento por entretener, por el simple hecho de perder el tiempo y al mismo tiempo de sentirse en otra realidad..
Pensemos la realidad de la Unión Soviética a finales de la década el 20´ instalada la revolución, con un Lenin recién muerto y con un Stalin que comenzaba con su periplo totalitario. El mercado cinematográfico era utilizado fundamentalmente para mostrar propaganda oficial y esta idea de espectadores “anticipados” no existía ya que el cine todavía seguía siendo una novedad para las masas de obreros y campesinos que iban al cine.
Dziga Vertov decide anticipar a nuestro espectadores desde el mismo momento en que llegan a la sala y les aclara que lo que van a ver no es una película normal, no tiene un argumento, no tiene actores y no se parece a nada de lo que hayan visto jamás, es un verdadero experimento. Mostrarnos la realidad de San Petersburgo durante todo un día es simplemente una excusa para mostrarnos un universo nuevo a través de un documental.
La película llamada “El hombre de la cámara” fue estrenada en el año 1929 y filmada durante el año anterior, donde se muestran un sinfín de imágenes de San Petersburgo de la vida cotidiana de una ciudad que mezclaba aún el progreso de la máquina y las costumbres tradicionales rusas. La mayoría son tomas callejeras pero también del trabajo y vida doméstica, unidas en una zaga donde la ciudad moderna y la cámara del cine comparten los papeles protagonistas. La movilidad y la velocidad son las claves que configuran un film impregnado del futurismo y del constructivismo de la década del 20´ mostrando como la cámara y el progreso se imponen como una nueva forma de vida.
La película, a grandes rasgos, aparecería como el seguimiento durante todo un día de un camarógrafo que tiene que registrar imágenes de la vida cotidiana de San Petersburgo. En este sentido tenemos la lógica de dos momentos, por un lado el trabajo del “camarógrafo personaje” y por otro el “camarógrafo director” que todo el tiempo están jugando entre sí, porque a veces vemos a través del ojo del “camarógrafo director” lo que el “camarógrafo personaje” filma y a veces vemos directamente lo que él mismo estaba filmando.
El mismo inicio del film nos lo dice cuando el “director personaje” con su cámara en mano está trepando una cámara gigante, coloca el trípode encima de ella y se pone a filmar.
Esta lógica de dos cámaras mostrando un mismo hecho que se repite a lo largo de todo el film no tiene como correlato la idea de dos ojos distintos mirando lo mismo, sino que el efecto final es la de un solo ojo que nos muestra cosas diferentes, que nos muestra por un lado la vida cotidiana y “real” de San Petersburgo, pero que sobre todo, nos muestra cómo a través de una película podemos mostrar sentimientos y cómo podemos afectar dramáticamente al espectador a sabiendas de lo que se está viendo es una construcción absoluta y nada de lo que pasa ahí es real.
Si viésemos simplemente con el ojo del “director personaje”, estaríamos hablando de un documental realista que muestra lo que ve, pero al agregar al “camarógrafo director” vemos también cómo mostrar esa realidad y como hacer que el espectador se pregunte así mismo como hacer para mostrarla.

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