Como muchas sabrán (o quizás nadie) la maratón, comenzó a organizarse como deporte en honor a Filípides, aquel soldado griego que en el 490 antes de cristo, corrió la distancia que hay entre la llanura de Maratón y la ciudad de Atenas, para avisar de la victoria de los griegos sobre los persas y para que preparasen la defensa de la ciudad, por un posible segundo ataque. Todo esto en el Marco de las Guerras Médicas o Medias, contra Meda – Persia. Según la leyenda el tipo se corre 40,8 kilómetros en tiempo record, da la buena noticia y cae muerto, por cansancio o desidia. Parece ser, según algunos teorías, que la descosió, que incluso todavía no se ha batido ese tiempo.
Pensaba en la velocidad y en el valor de Filípides para recorrer semejante distancia y se me incrustaba en el cerebro la imagen del intendente de Pinamar, alegando su inocencia y su supuesta caída en una “cama”. Es difícil que una persona apellidada PORRETI no quiera estar relajado en su propia cama, sería como preguntarle a nuestro amigo Tito Bob Marley si siente gula o un apetito feroz cada vez que volaba en su música.
Similar a Filípides, nuestro gran amigo, el intendente de Pinamar, se recorrió la distancia que media entre la ciudad costera de los pinares y la capital federal (356 kilómetros, casi 10 veces más a la recorrida por nuestro héroe griego) pero en un ritmo frenético. Es claro que las razones por las cuales ambos corrieron divergen notablemente: uno las recorrió por honor, por la gloria, por la “libertad” griega y para salvar a toda una ciudad y murió y fué enterrado como un verdadero héroe.
El otro las corrió para salvarse así mismo buscando ayuda de sus cómplices (administración nacional, provincial, local, barrial y doméstica), y lo único que consiguió fue que lo enterraran vivo, como un verdadero salame.
Aún más sorprendente es que no sólo corrió de Pinamar a Buenos Aires, sino que estuvo lanzando manotazos de ahogado mucho antes de llegar a la ciudad de los 100 barrios porteños, lo que hace de su recorrido (político) una hazaña mucho más loable y digna de nuestros grandes titanes nacionales.
Aunque a no decaer, este héroe local seguramente lo encontremos en un par de años en algún carguito político de segunda línea, siempre bien dispuesto a recorrer grandes distancia en busca de cómplices sin demasiados escrúpulos.
Un cara dura.
Pensaba en la velocidad y en el valor de Filípides para recorrer semejante distancia y se me incrustaba en el cerebro la imagen del intendente de Pinamar, alegando su inocencia y su supuesta caída en una “cama”. Es difícil que una persona apellidada PORRETI no quiera estar relajado en su propia cama, sería como preguntarle a nuestro amigo Tito Bob Marley si siente gula o un apetito feroz cada vez que volaba en su música.
Similar a Filípides, nuestro gran amigo, el intendente de Pinamar, se recorrió la distancia que media entre la ciudad costera de los pinares y la capital federal (356 kilómetros, casi 10 veces más a la recorrida por nuestro héroe griego) pero en un ritmo frenético. Es claro que las razones por las cuales ambos corrieron divergen notablemente: uno las recorrió por honor, por la gloria, por la “libertad” griega y para salvar a toda una ciudad y murió y fué enterrado como un verdadero héroe.
El otro las corrió para salvarse así mismo buscando ayuda de sus cómplices (administración nacional, provincial, local, barrial y doméstica), y lo único que consiguió fue que lo enterraran vivo, como un verdadero salame.
Aún más sorprendente es que no sólo corrió de Pinamar a Buenos Aires, sino que estuvo lanzando manotazos de ahogado mucho antes de llegar a la ciudad de los 100 barrios porteños, lo que hace de su recorrido (político) una hazaña mucho más loable y digna de nuestros grandes titanes nacionales.
Aunque a no decaer, este héroe local seguramente lo encontremos en un par de años en algún carguito político de segunda línea, siempre bien dispuesto a recorrer grandes distancia en busca de cómplices sin demasiados escrúpulos.
Un cara dura.