Me acaba de llegar mi primer pasaporte. Este papelito mágico, mítico y misterioso que te permite circular libremente por todo el mundo. Y por si su magia no hubiese pasado ya oralmente de generación en generación, en su primera hoja y a forma de ritual sagrado aclara:
“En nombre del Gobierno de la República Argentina , la autoridad que expide el siguiente pasaporte, ruega y solicita a todos aquellos a quienes pueda concernir, dejen pasar libremente a su titular y prestarle la asistencia y protección necesaria”
Estas palabras mágicas que dan libertad para circular y al mismo tiempo protección en todo el mundo no se acaba sólo con el idioma español sino que es al mismo tiempo el primer conjuro de validez universal ya que puede ser recitado en distintos idiomas.
El abracadabra del libre intercambio de personas a lo largo del mundo, es decir este papel negro que dice pasaporte, ha ido perdiendo a lo largo de los años su efecto y distintos brujos de la magia negra han ido han ido encontrando el antídoto para la libre circulación de personas.
Antes con sólo decir esas palabras uno hipnotizaba a todo el personal de inmigración y podía adentrarse en los países exóticos sin mayores riesgos. Con el tiempo, y al igual que las moscas con el raid, fly, etc, las fronteras fueron mejorando su protección y se fueron inmunizando ante la hechizo del pasaporte. Brujos disfrazados de políticos descubrieron que no era tan saludable la libre circulación de personas y alquimísticamente perfeccionaron sus conjuros, a tal punto que es más fácil introducir 1000 kilos de drogas en los Estados Unidos a que ingrese un latinoamericano de manera legal.
Con patas de conejos, con pelos de murciélagos, ojos de ranas y piel de inmigrantes, los países quemadores de brujas lograron no sólo inmunizar sus fronteras ante el conjuro del pasaporte ajeno sino que perfeccionaron sus propios pasaportes. No es lo mismo la magia del pasaporte americano, que la del haitiano, y no es lo mismo la magia del europeo que la magia del indú. Seguramente antes de arriesgarse a quemar una bruja les quitaron los secretos de sus hechizos para mitigar el riesgo y mejorar su propia magia.
El pasaporte otrora mítico perdió su efecto. Ni el abracadabra, ni el abretesésamo de las fronteras sirve y habrá que inscribirnos nuevamente en las escuelas de brujas para aprender el nuevo conjuro de la visa, que no es una tarjeta de plástico pero que es casi lo mismo.
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