miércoles, 24 de noviembre de 2010

Arroba


El lenguaje nos sirve para ordenar el caos reinante delante de nuestros ojos, y no sólo eso, sino que todo aquello que no puede nombrarse no existe. Me animo a decir, que el lenguaje es un ente superior a la realidad misma, ya que por un lado elimina lo innombrable como “real” y coloca figuras susceptibles de lenguaje como reales. El número 4 no tiene materialidad pero existe a través de nuestro lenguaje, lo mismo ocurre con Dios.
La capacidad de ser “real” se la da el lenguaje, y no otra cosa.
Pasado millones de hojas de investigación de largo, esto nos lleva a tirar una idea que dice, que en cierto modo, la realidad es construida por el lenguaje y por sus usos.
Ahora bien, esta construcción no es individual, sino que es una construcción de los poderosos, aquellos que sostienen el poder simbólico para otorgarles significados a las palabras. Aquel que puede decir que “Hacer Patria” es defender la nación contra la subversión, o aquel que dice que “Hacer Patria” es sembrar soja, o aquel que dice que “Hacer Patria” es una pelotudez.
Quien tiene el poder simbólico es quien puede darle significado a las palabras, darles sentido, y en última instancia ordenar y explicar la realidad.
Desde hace siglos, por no decir desde toda la historia de la humanidad, salvo contados ejemplos, el poder y lo poderoso siempre fue asociado directamente a una cuestión de género. El poderoso, el que tiene el control de lo público ha sido el hombre y quizás esta sea la razón de porqué el lenguaje, por lo menos hablo del castellano, sea “machista”. Es decir que el castellano está ordenado estructural y semánticamente a partir de variables masculinas, que terminan por explicar la realidad.
Desde nuestros mismos procesos de comunicación, de nuestro uso del lenguaje, partimos de una concepción del mundo víctima de la desigualdad de género.
Esto llevo a que desde el mismo inicio de los movimientos feministas el reclamo por uso del lenguaje y su modificación aparezca como una bandera de estos movimientos. Nunca se ha tenido éxito al respecto, hasta llegado el siglo XXI.
En algún momento a alguien se le ocurrió inteligentemente modificar las terminaciones masculinas o femeninas (los/las… etc… NO ENTIENDO NADA DE GRAMÁTICA) y utilizar algo más cercano a lo que seria la igualdad de género. Es decir un mix, entre los femenino y lo masculino. Y apareció el Arroba @.
Lo que ocurrió es que los/las empezaron a ser l@s.
La arroba es una forma de medida de peso que viene de los árabes y que ha sido, y sigue siendo usada en los intercambios comerciales. Así que tiene un origen y una actualidad vinculada fuertemente el mercado.
Esto en cuanto a su utilización práctica, pero en cuanto a lo que representa como símbolo, el arroba es en realidad la máxima expresión de la globalización y del imperialismo cultural que tiende a la homogenización de las diferencias culturales y a la destrucción de las individualidades. El Arroba es el símbolo del siglo XXI.
La globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo. La dominación
de estados y mercados, de sociedades y pueblos, se ejerce en términos político- militares, financiero-tecnológicos y socio-culturales. La globalización intenta lograr que todos seamos iguales, y no necesariamente buenos, sino que burgueses adaptados a una vida burguesa.
Homogeneizados en cuanto a los gustos musicales, alimenticios, de vestimenta, homogeneizados en las maneras de hablar, de expresar y de pensar. En estos momentos no piensa muy diferente un adolescente acomodado de Sanhgai que un hijo de obrero inglés, o que el hijo de un remisero en Tandil. Esta estandarización conlleva la destrucción de las culturas autóctonas y ni hablemos de los efectos económicos de la globalización.
Ahora bien y yendo a las cuestiones más prácticas, el arroba impide ser leído en voz alta sin incurrir en tremendos yerros e interminables arrobas.
El arroba, al impedir ser leído en voz alta, es una forma más de la privatización del lenguaje y forma parte del individualismo más acérrimo, ya que reduce la lectura a un acto individual, secreto y privado, evitando la solidaridad propia del lenguaje y destruyendo en sí misma la tradición oral de nuestro discurso.
Me pregunto luego de pensar lo que realmente significa el arroba si es correcto usarlo como modo de crear un idioma no –sexista. Y sí, la verdad que con el arroba el idioma mejora un poco en ese aspecto, pero detrás del arroba, está la destrucción de la individualidad y de la cultura. Entonces vuelvo a preguntarme ¿Está bien usar el arroba como forma para crear un idioma no-sexista si detrás de ese símbolo se encuentran reflejadas todas las calamidades del siglo XXI?
MMMMMMMMMMM… me parece un tremendo error. No discuto de ningún modo la necesidad de modificar la estructura del lenguaje y sus usos, pero de ningún modo puedo aceptar el arroba como forma de reemplazo. Por ser mercantilista, por ser el símbolo de la globalización y por destruir la tradición oral, me niego a usarlo.

lunes, 1 de marzo de 2010

Hay que llamar a Botnia, para que mate el agua


Sal de ahí chivita, chivita, sal de ahí de ese lugar.
Hay que llamar al lobo, para que saque a la chiva
Hay que llamar al lobo, para que saque a la chiva
Sal de ahí chivita, chivita, sal de ahí de ese lugar.
Hay que llamar al palo, para que le pegue al lobo
Hay que llamar al palo, para que le pegue al lobo
Sal de ahí chivita, chivita, sal de ahí de ese lugar.
Hay que llamar al fuego, para que queme el palo
Hay que llamar al fuego, para que queme el palo
Sal de ahí chivita, chivita, sal de ahí de ese lugar
Hay que llamar al agua, para que apague el fuego
Hay que llamar al agua, para que apague el fuego
Sal de ahí chivita, chivita, sal de ahí de ese lugar
Hay que llamar BOTNIA, para que mate el agua
Hay que llamar BOTNIA, para que mate el agua
Sal de ahí chivita, chivita, sal de ahí de ese lugar

lunes, 22 de febrero de 2010

Un oscar argentino


La ola de inseguridad que está viviendo nuestro país ha generado la pronta reacción de los avispados de siempre. Un boom de instalación de cámaras de seguridad con el fin de evitar los robos, o mejor dicho para ver claramente quienes son los que le roban, se ha producido en los barrios más pro de la ciudad.
Ya es sabida la profunda aspiración del argentino promedio por el cine y esto ha generado que las cámaras ya no se coloquen en los lugares habituales. Desechando las propuestas cinematográficas clásicas de la industria hollywoodense y apelando al cine de autor las cámaras comenzaron a instalarse en los lugares más impensados para lograr una imagen del ladrón completamente artística.
Ante esta nueva moda cinéfila casera, o mejor dicho, “caserita”, los ladrones ni lerdos ni perezosos han puesto en marcha una seria de amparos para evitar que se instalen nuevas cámaras. La justificación, muy lógica, dice que las cámaras invaden la privacidad de los ladrones mientras realizan su trabajo y seria una forma más de explotación que el capital ejerce con los trabajadores, y que en caso no revertirse la situación están dispuestos a ir a la huelga y hasta armar movilizaciones por el centro de la ciudad.
La negociación empezó hace algunos días y como muestra de buena voluntad La Cámara Argentina de las Cámaras comenzó a colocar en sus cámaras carteles señalizadores del tipo “No se cruce que estamos filmando”, o “Dese vuelta que el perfil no lo favorece” o hasta el inusual “Esto no es una casting, no se haga el artista”.
A esta altura del conflicto esta medida parece irrisoria, ya que los ladrones están decididos a todo, “no tenemos nada que perder” dijo uno, mientras sostenía del cuello a un rehén apuntándolo con un revolver.
Los ladrones han conseguido el apoyo del sindicato de actores y extras que se solidarizaron con aquellos que aparecen filmados alegando que el mínimo por aparecer en cámara es de $140, y el bolo, hablarle a la cámara es de $600. Hasta algunos actores cambiaron su rubro y se dedicaron a convertirse en ladrones, o mejor dicho, algunos actores siguen robando, pero ahora casas.
Ante las críticas que recibió el estado nacional y sin comprender nada de lo que sucede, como habitualmente pasa, ya dispuso la posibilidad de otorgar subsidios del INCAA para aquellos que necesiten producir algún robo. Esta consigna no muy explicitada, conllevo a que tanto productores como ladrones se juntaran en las colas del Instituto Nacional para conseguir los subsidios. De muy lejos todos parecen ladrones, pero cuando uno se acerca se da cuenta de que están aquellos que amenazan con armas, que estafan y que utilizan cualquier medio para robar y para evadir impuestos, y están aquellos a los que simplemente se denominan “ladrones comunes”.
Insólito lo que le sucedió a uno de nuestros cronistas que al ir a al hogar de unos de los instaladores de cámaras y al abrir la tapa del inodoro se encontró con un cartel que decía “Sonría lo estamos filmando”, generando una irreparable duda sobre con que realmente sonreír.
Incierto será el destino de nuestra privacidad y la de los ladrones si siguen instalándose cámaras, pero lo que es seguro es que continúa en crecimiento la industria cinematográfica nacional.

Una de confites


El otro día, más precisamente ayer, le dije a mi vieja que tenía un cumple y que iba a salir. Y ella tranquilamente me respondió: “¿A qué confitería vas?”. Completamente obnubilado le dije: “¿Qué confitería má?... vamos a bailar, vamos a un boliche, en la confitería venden confites”. Ella, reconociendo en sus ojos y en su gesto lo anticuado del eslogan me dijo: “Bueno… eso… nosotros le decíamos así.”
Pegué un portazo y me fui, no quería que me contara por trigésima novena vez la historia de cómo conoció a mi viejo.
Llegué al boliche y no paré de lamentarme el desprecio hacia mi vieja. Tantas pastillas me ofrecieron que realmente parecía una confitería.

lunes, 15 de febrero de 2010

El hombre de la cámara




“Para los espectadores: este film representa un experimento en la comunicación cinematográfica de los eventos visibles. Sin la utilización de intertítulos (una película sin intertítulos); sin la utilización de un escenario (una película sin escenario); sin la utilización de las artes teatrales (una película sin sets, actores, etc.). Este experimento aspira a crear un verdadero lenguaje cinematográfico internacional basado en la total separación del lenguaje teatral y literario”
Autor y supervisor del experimento Dziga Vertov

Suele ocurrir que el sistema de medios de comunicación masivos y el mercado cinematográfico, movilizado por la publicidad, nos anticipa que tipo de película vamos a ver. Uno sabe o bien mirando el trailer, o bien conociendo a los actores, o desde el mismo nombre del film que tipo de película va a presenciar en el cine. Nadie espera que ni Arnold Alois Schwarzenegger haga un drama ni que David Linch sea director de una comedia picaresca. Más allá de que no lo hagan porque no está en sus características personales ni en sus afinidades, nosotros lo sabemos porque estamos imbuidos en un sistema global, que tiende a anticiparnos lo que vamos a ver para que vayamos predispuestos con cierta actitud para no frustrarnos ante la realidad vista en la pantalla.
Ahora bien, este “anticipo” no es ingenuo ni gratuito, sino que es una captura de espectadores que desde hace unos cuantos años asiste al cine a ver más o menos lo mismo, y que al mismo tiempo ya tiene una idea preconcebida de lo que va a mirar. El ver una película que uno ya esperaba genera una comodidad en el espectador, esa comodidad del entretenimiento por entretener, por el simple hecho de perder el tiempo y al mismo tiempo de sentirse en otra realidad..
Pensemos la realidad de la Unión Soviética a finales de la década el 20´ instalada la revolución, con un Lenin recién muerto y con un Stalin que comenzaba con su periplo totalitario. El mercado cinematográfico era utilizado fundamentalmente para mostrar propaganda oficial y esta idea de espectadores “anticipados” no existía ya que el cine todavía seguía siendo una novedad para las masas de obreros y campesinos que iban al cine.
Dziga Vertov decide anticipar a nuestro espectadores desde el mismo momento en que llegan a la sala y les aclara que lo que van a ver no es una película normal, no tiene un argumento, no tiene actores y no se parece a nada de lo que hayan visto jamás, es un verdadero experimento. Mostrarnos la realidad de San Petersburgo durante todo un día es simplemente una excusa para mostrarnos un universo nuevo a través de un documental.
La película llamada “El hombre de la cámara” fue estrenada en el año 1929 y filmada durante el año anterior, donde se muestran un sinfín de imágenes de San Petersburgo de la vida cotidiana de una ciudad que mezclaba aún el progreso de la máquina y las costumbres tradicionales rusas. La mayoría son tomas callejeras pero también del trabajo y vida doméstica, unidas en una zaga donde la ciudad moderna y la cámara del cine comparten los papeles protagonistas. La movilidad y la velocidad son las claves que configuran un film impregnado del futurismo y del constructivismo de la década del 20´ mostrando como la cámara y el progreso se imponen como una nueva forma de vida.
La película, a grandes rasgos, aparecería como el seguimiento durante todo un día de un camarógrafo que tiene que registrar imágenes de la vida cotidiana de San Petersburgo. En este sentido tenemos la lógica de dos momentos, por un lado el trabajo del “camarógrafo personaje” y por otro el “camarógrafo director” que todo el tiempo están jugando entre sí, porque a veces vemos a través del ojo del “camarógrafo director” lo que el “camarógrafo personaje” filma y a veces vemos directamente lo que él mismo estaba filmando.
El mismo inicio del film nos lo dice cuando el “director personaje” con su cámara en mano está trepando una cámara gigante, coloca el trípode encima de ella y se pone a filmar.
Esta lógica de dos cámaras mostrando un mismo hecho que se repite a lo largo de todo el film no tiene como correlato la idea de dos ojos distintos mirando lo mismo, sino que el efecto final es la de un solo ojo que nos muestra cosas diferentes, que nos muestra por un lado la vida cotidiana y “real” de San Petersburgo, pero que sobre todo, nos muestra cómo a través de una película podemos mostrar sentimientos y cómo podemos afectar dramáticamente al espectador a sabiendas de lo que se está viendo es una construcción absoluta y nada de lo que pasa ahí es real.
Si viésemos simplemente con el ojo del “director personaje”, estaríamos hablando de un documental realista que muestra lo que ve, pero al agregar al “camarógrafo director” vemos también cómo mostrar esa realidad y como hacer que el espectador se pregunte así mismo como hacer para mostrarla.

lunes, 11 de enero de 2010

Extra, Extra!! Un canillita moderno


Esculapio se para delante del gran espejo que tenía en su baño, como si estuviese apunto de ensayar un gran recitado o de dar una gran conferencia, tomando mucho aire y bancándolo en la garganta. Vestía una camisa corroída y amarillenta, un pantalón que parecía de corderoi gris, con tiradores negros algo sueltos, unos zapatos mal lustrados con agujeros, y una gorrita afrancesada que le quedaba muy mal. Parecía un canillita, pero todavía no lo sabemos.
Extra, Extra!! Grita desaforado. Ahora ya lo sabemos, era un canillita, o por lo menos era lo que quería ser.
Carraspeando fuertemente vuelve a gritar Extra, Extra!!, como si fuese un último aullido. No parecía satisfecho, y en cada Extra, Extra!! que repetía se pensaba a sí mismo como fracasando una vez más.
Desilusionado, lanza un último Extra, Extra!!, más parecido a una renuncia que a un intento serio de conseguir un trabajo y sale del baño caminando cabizbajo. Entra en la cocina y se sienta abatido en un de las sillas que daba en la cabecera. No había nada importante en la cocina, salvo una pila enorme de diarios viejos corroídos por la humedad en la otra punta de la mesa.
Los mira como buscando una solución y sólo encuentra rabia, así que levantándose de la silla se acerca corriendo a la otra cabecera y en un acto de furia tira la pila al piso y el Clarín de mayo de 1939 lo destruye en mil pedazos, cayendo desmayado sobre el papelerío.
Despierta quien sabe cuando y aturdido todavía por el frenesí ve a su abuelo juntar los diarios y ordenarlos por fechas y hojas. Era su colección personal, aunque no se disgustó con su nieto, le hizo ver en su rostro una gran desilusión. Hacía meses que estaban practicando para la entrevista.
“Extra, extra, Estados Unidos tiró la bomba atómica… extra, extra, la crisis de los misiles no tiene fin… extra, extra, asesinan al presidente Kennedy… extra, extra derrocan a Perón… extra, extra, el hombre llega a la Luna… extra, extra grandes manifestaciones en Córdoba… extra, extra hoy asume la junta militar y clausura los derechos individuales…extra, extra… extra, extra”
Su abuelo había sido canillita desde los 10 años y había anunciado al mundo las grandes proezas del hombre y los sucesos más importantes del siglo XX. Hasta se llegó a decir en el barrio que Mao Tse Tung no murió sólo porque él no lo pudo anunciar al enfermarse ese mismo día, el único en 50 años de servicio.
Toda su vida soñó con un sucesor, con alguien que pudiese continuar la historia de la humanidad a partir de los gritos que tiraba en Corrientes y Talcahuano lado impar y estaba esperanzado en que su nieto lo sea.
Para eso lo inculcó desde muy niño en arte del canillismo, que tirar bien los diarios, que ofrecer una gran novedad de titular, que gritar fuertemente, que vestir como se debe, que ser dramático ante el drama y alegre ante la buena noticia y que cada tanto pedir alguna propina.
De alguna manera u otra sabía que llegaría la oportunidad de que su nieto se convirtiera en canillita, y esa oportunidad había llegado y no se podía desaprovechar. Había arribado una carta de Editorial Atlántida que lo convocaba el 10 de octubre a las 12 hs. para una entrevista para formar parte del staff permanente de canillitas de Atlántida.
Y era 10 de octubre y faltaban a penas 2 horas para la entrevista y Esculapio estaba tirado en el suelo, la historia parecía detenerse.
Su abuelo terminó de juntar los diarios y los amontonó una encima del otro en el mismo lugar donde estaban antes y se sentó esperando que su nieto se levanté.
“No voy a ir abuelo. No puedo. Soy un cagón”
El abuelo se hizo el sordo una vez más y simplemente agarró el primer diario de la fila y se lo tiró en la cabeza.
“Extra, Extra!!, se retira el canillita más viejo del mundo condecorado” gritó Esculapio mientras leía el titular del diario y miraba la foto donde él y su abuelo posaban con una gran sonrisa.
Mira la foto y mientras la borroneaba con una lágrima, se ajusta los tiradores y sale de la casa desesperado y con la ilusión renovada. El abuelo, nuevamente haciéndose el sordo, simplemente se quedó esperando que regresara con la gran noticia.
Parecía un verdadero milagro pero además de haber sido aceptado en la entrevista le habían asignado la esquina de Talcahuano y Corrientes, pero ahora del lado par. Abuelo, todo no se puede, se dijo y al día siguiente fue a esa esquina para ver continuar la historia.
Y ahí mismo lo vio, con verdadera estampa de canillita, llamando la atención del mundo entero. A lo lejos se acordaba de sí mismo haciendo progresar al mundo con sus noticias y a cada paso se imaginaba algún que otro Extra, Extra!!! se acabó la pobreza… Extra, Extra el hombre llega a Marte, Extra, Extra le aumentan a los jubilados…
Estaba tan sólo a unos pasos y escuchaban los extras, sin diferenciar el resto hasta que estuvo prácticamente al lado. Su nieto no lo había visto todavía concentrado en tamaña tarea. Y ahora sí lo escuchó perfectamente:

“Extra, Extra Luly Salazar nos muestra sus nuevas Lolas”
“Extra, Extra, mostramos el nuevo living de Marley”
“Extra, Extra un desodorante de regalo”
“Extra, extra…”

El abuelo se hizo nuevamente el sordo y salió corriendo de allí.

Para que vean lo bueno que soy, a continuación les mostraré de donde se me ocurrió este mal cuento, que en realidad me gustó escribir. A continuación estan redactados todos los titulares de las notas que se realizaron en la revista “Pronto” del Miércoles 30 de diciembre, Año 14, Nº 700.
En teoría los canillitas de gran valor leían los titulares más importantes del diario para atraer a sus clientes y lograr vender. Imagínenselos pronunciando alguno de los siguientes titulares.
Para que no se pongan celosos están por orden de aparición, y si bien aparecen como algo completamente incoherentes al no tener el marco completo de la revista, ni se imaginen lo incoherente que son al mirar la revista de verdad.

“Me resulto extraño no brindar junto a mis hijos”
“Nos tapo agua”
“Decidí separarme después de una discusión muy fuerte”
“A mis amigos les dije que la próxima vez que quiera casarme, me peguen un tiro en los huevos”
“Es tan grande que no me animo a manejarla”
“Valientes es la gallina de los huevos de oro”
“Hace un año que casi no tenemos días libres”
“Por suerte el conchero me queda justo”
“Mi novio es bastante celoso”
“Amo ir al rio a mojarme las patas con mis perros”
“Lo que hace Nicole Newman es maravilloso”
“En Estos Tres meses baje siete kilos… de tristeza”
“Este año me voy a poner pelo en las entradas”
“Me piden autógrafos pensando que soy julio Bocca o Mauricio Dayub”
“Con Matías no convivimos ni siquiera en temporada”
“Nunca sería la novia de Fort”
“Desde chiquita levanto perros de la calle y les busco un hogar”
“Un chico puede crecer sano sin comer carne”
“La fruta es el alimento máximo de la naturaleza”
“Me gustaría reecontrarme con Messi en el Mundial”
“Gasalla es para mi como un gran mama”
“Es la octava vez que me pongo de novia con Ramiro”
“En el amor voy al frente”
“En la fiesta pusimos un toro mecánico y un castillo inflable”
“Desde que conocí a Meli supe que iba a ser mi mujer”
“Me sequé las lágrimas con un pañuelito que tenía escondido”

martes, 5 de enero de 2010

Devolveme la guita



La foto simplemente está puesta como mínimo homenaje al grande de Roberto Sanchez que ayer falleció. Una rosa pa´ Sandro, y un pesito pa´la birra

Pensaba, desatinando como siempre, en la situación de ir a ver un recital de música, donde uno abona un dinero como sentido de valoración por el aporte artístico de aquel que nos deleita o no, con su arte, “tocar la guitarrita”, como diría mi abuelo, luego de tirarme algún “no te hagas el artista y ponete a laburar”.
El tipo se para en el escenario, canta, grita, aúlla y nosotros aplaudimos felices.
En este sentido podemos ubicar dos tipos de recitales, aquellos donde el canta-autor se instala como líder del movimiento y donde no deja la participación de nadie, negando la demagogia de poner el micrófono apuntando hacia el público; y el otro tipo de recital es aquel donde el canta-autor obstinado por la nueva izquierda y el horizontalismo democrático dona algunos fragmentos de sus canciones típicas para que sean cantadas por el público, arengando con un “y como sigue”; con un “ahora ustedes” , o simplemente haciendo gestos inentendibles que la masa entiendo al toque.
Ahora bien, estos dos tipos ideales analizados ya por el sistema weberiano de principios de siglo, no necesariamente reflejan la realidad, sino que son simplemente modelos para el análisis teórico, y poco nos sirven para este blog, mas teniendo en cuenta la poca capacidad sintáctico interpretativa de los lectores del blog, y mucho más aún por la nula capacidad sintáctico interpretativa del dueño del blog.
Para desasnarnos juntos quería comentar lo que me ocurrió ayer al ir a un conocido bar de Tandil donde todos los lunes dos músicos te deleitan con todos aquellos temas musicales que es imposible que no sepas.
Este conocimiento absoluto de la información, saberse las letras de todas las canciones, es lo que posibilita el objetivo de muchos de nosotros, la democracia perfecta, aquí no hay diferencia entre el músico y el publico. Todos manejan la misma información y las diferencias se diluyen en un eco de gritos más o menos decadente.
Los “artistas” movilizaban constanmente a la plebe extasiados por la melodía, y a cada oportunidad los sermoneaban para que cantaran las canciones como alabando a Alá mismo, llegando a sus máximos extremos.
Y aquí viene mi problema. Si yo participo tanto como el músico, si el tipo en cada canción dona el micrófono hacia los espectadores, si hasta incluso sólo toca la guitarra mientras todos nosotros cantamos la canción que él debería cantar, ¿Por qué no me devuelven la guita?.
En ese momento, soy artista, soy cantante y soy músico, hago lo mismo que el tipo que esta parado arriba del escenario, y sin embargo yo pago para hacer eso, y el tipo cobra por lo mismo. Hasta incluso uno se transforma en un ingenuo percusionista, ya sea aplaudiendo o golpeando sin sentido esos pedazos de madera llamados vulgarmente mesas.
Este “artista” cobra un dinero por sus servicios prestados, yo ““artista”” pagó para prestar mis servicios. ¿Esto es correcto?. No es acaso la mano invisible del mercado aquella que debería regular estos desajustes entre la oferta y la demanda. Estamos en presencia de un claro ejemplo donde la oferta sobrepasa ampliamente la demanda y donde no parece encontrarse una solución inmediata.
Todos ofrecemos nuestros cantos al cielo, esperemos que no nos lo sigan rompiendo.