Todos aquellos que nos dedicamos al arte culinario (cocinar) hemos sufrido una y otra vez el maléfico hechizo lacrimógeno de las cebollas, hemos sido víctimas del miembro más conocido de las Alliaceas, y hemos gastado miles de servilletas de papel no para limpiar la tabla, sino para secarnos los ojos de tanta tristeza.
Según la ciencia, esa rama de la mitología que se cree que tiene la razón en todo, las cebollas contienen trans-(+)-S-(1-propenil)-L-cisteina sulfóxido, una molécula que es inodora. Cuando cortas la cebolla, produces roturas celulares que permiten a un enzima llamada alinasa entrar en contacto con el trans-(+)-S-(1-propenil)-L-cisteina sulfóxido, produciendo, piruvato, amoniaco y syn-propanotial-S-óxido. Esta última molécula es la responsable de la irritación ocular y del lagrimeo.
No se sabe con certeza porqué este propanotil es lacrimógeno, pero se cree es debido a que en contacto con el agua se descompone dando popanal, ácido sufúrico y ácido sulfhídrico. Posiblemente es el ácido sulfúrico, un ácido muy fuerte, el que daña la membrana conjuntival produciendo el lagrimeo.
Ok... suficiente por hoy... alguien entendió eso. ¿Es necesaria tanta química, tanta física, tanta MENTIRA, para explicar el llanto que provoca la cebolla? ¿Acaso las nuevas ciencias, la psicología, la sociología, la economía, la teoría de los juegos no pueden utilizarse para dar con la explicación racional del llanto provocado por la cebolla? A mi modo de ver, es claro que sí.
Comencemos a desandar el camino del poder lacrimógeno pelando una cebolla.
La unidad dentro de los seres vivos es un valor de esencial sabiduría, sin ella y sin el valor de la homeostasis (equilibrio entre el interior y el exterior) la vida no podría llevarse a cabo.
El humano, tan perfecto que es (cuak) instintivamente tiene cierto rechazo a la bifurcación de los elementos y a raíz de este fenómeno, es que lo anhelamos y nos entristecemos de sobremanera, cuando cortamos una cebolla.
Ella entera, representante de la perfección de la naturaleza y nosotros víctimas atroces de una gula desesperante, de un acto injusto perpetrado por el mismo diablo, que nos somete a un terrible dilema: la destrucción de las mismísima perfección, la destrucción de la vida, o la realización de una salsa a la bolognesa letalmente rica.
Nuestro cuerpo y nuestra mente, ya débiles de tanto pelar, se inclina por la atrocidad, por el genocidio, y corta la cebolla a la mitad... pero nada de inmutarse. El mismo acto genera una tristeza desesperante, un anhelo de perdón que destruye nuestras pupilas rompiendo las aguas del mar, y canalizando todo en un sinfín de lágrimas de perdón y de disculpas. Y cada cuchillazo letal para la cebolla, es una daga que se inserta en nuestro corazón, que destruye lo poco de dignidad que queda, y que termina por matar nuestro espíritu de unidad.
Incluso, aún después de acabada la faena letal, nuestro remordimiento continúa y nuestros ojos continúan deshollinando pecados. Y el sufrimiento parece eterno, y muchas veces la culpa se traslada a terceros al momento de la hoguera. La unidad ha sido perdida, pero por si fuera poco, tenemos una necesidad de freírla, de quemarla post-muerta, como un acto de cremación, como un adiós al paraíso de las cebollas. Y ahí... ya todos con la pena en sus corazones también comienzan a llorar, hasta que alguna alma piadosa decide abrir la ventana o prender el extractor, como si sirviera de confesionario y Dios mismo nos perdonase.
Alguien mi dirá, con intenciones maléficas, que cuando uno corta una manzana no llora ni siente tristeza, pero esa alegación no es del todo cierta. Acaso no nos lamentamos cuando veíamos cortar manzanas en lo del ruso sofovich, no llorábamos al ver tan deprimente espectáculo. ¿Cuánto puntos de Rating metió el ruso en sus programas cuando cortaba la manzana? El fiasco de sus programas, no se debe tanto a lo trucho, chabacano, y trillado, de sus chistes, chicas, bailes, juegos, y premios, sino del pavor que genera las desunión de los elementos, el anhelo de unidad es más fuerte que la creatividad del ruso (cuak).
Quizás siga habiendo gente que a pesar de esto siga creyendo en los ácidos, el agua, y no se que químico, pero son simples aduladores de Mefistófeles disfrazado de razón. Yo voy a seguir lamentándome cada vez que pelo una cebolla y cada vez que destruyo el universo mismo.
Según la ciencia, esa rama de la mitología que se cree que tiene la razón en todo, las cebollas contienen trans-(+)-S-(1-propenil)-L-cisteina sulfóxido, una molécula que es inodora. Cuando cortas la cebolla, produces roturas celulares que permiten a un enzima llamada alinasa entrar en contacto con el trans-(+)-S-(1-propenil)-L-cisteina sulfóxido, produciendo, piruvato, amoniaco y syn-propanotial-S-óxido. Esta última molécula es la responsable de la irritación ocular y del lagrimeo.
No se sabe con certeza porqué este propanotil es lacrimógeno, pero se cree es debido a que en contacto con el agua se descompone dando popanal, ácido sufúrico y ácido sulfhídrico. Posiblemente es el ácido sulfúrico, un ácido muy fuerte, el que daña la membrana conjuntival produciendo el lagrimeo.
Ok... suficiente por hoy... alguien entendió eso. ¿Es necesaria tanta química, tanta física, tanta MENTIRA, para explicar el llanto que provoca la cebolla? ¿Acaso las nuevas ciencias, la psicología, la sociología, la economía, la teoría de los juegos no pueden utilizarse para dar con la explicación racional del llanto provocado por la cebolla? A mi modo de ver, es claro que sí.
Comencemos a desandar el camino del poder lacrimógeno pelando una cebolla.
La unidad dentro de los seres vivos es un valor de esencial sabiduría, sin ella y sin el valor de la homeostasis (equilibrio entre el interior y el exterior) la vida no podría llevarse a cabo.
El humano, tan perfecto que es (cuak) instintivamente tiene cierto rechazo a la bifurcación de los elementos y a raíz de este fenómeno, es que lo anhelamos y nos entristecemos de sobremanera, cuando cortamos una cebolla.
Ella entera, representante de la perfección de la naturaleza y nosotros víctimas atroces de una gula desesperante, de un acto injusto perpetrado por el mismo diablo, que nos somete a un terrible dilema: la destrucción de las mismísima perfección, la destrucción de la vida, o la realización de una salsa a la bolognesa letalmente rica.
Nuestro cuerpo y nuestra mente, ya débiles de tanto pelar, se inclina por la atrocidad, por el genocidio, y corta la cebolla a la mitad... pero nada de inmutarse. El mismo acto genera una tristeza desesperante, un anhelo de perdón que destruye nuestras pupilas rompiendo las aguas del mar, y canalizando todo en un sinfín de lágrimas de perdón y de disculpas. Y cada cuchillazo letal para la cebolla, es una daga que se inserta en nuestro corazón, que destruye lo poco de dignidad que queda, y que termina por matar nuestro espíritu de unidad.
Incluso, aún después de acabada la faena letal, nuestro remordimiento continúa y nuestros ojos continúan deshollinando pecados. Y el sufrimiento parece eterno, y muchas veces la culpa se traslada a terceros al momento de la hoguera. La unidad ha sido perdida, pero por si fuera poco, tenemos una necesidad de freírla, de quemarla post-muerta, como un acto de cremación, como un adiós al paraíso de las cebollas. Y ahí... ya todos con la pena en sus corazones también comienzan a llorar, hasta que alguna alma piadosa decide abrir la ventana o prender el extractor, como si sirviera de confesionario y Dios mismo nos perdonase.
Alguien mi dirá, con intenciones maléficas, que cuando uno corta una manzana no llora ni siente tristeza, pero esa alegación no es del todo cierta. Acaso no nos lamentamos cuando veíamos cortar manzanas en lo del ruso sofovich, no llorábamos al ver tan deprimente espectáculo. ¿Cuánto puntos de Rating metió el ruso en sus programas cuando cortaba la manzana? El fiasco de sus programas, no se debe tanto a lo trucho, chabacano, y trillado, de sus chistes, chicas, bailes, juegos, y premios, sino del pavor que genera las desunión de los elementos, el anhelo de unidad es más fuerte que la creatividad del ruso (cuak).
Quizás siga habiendo gente que a pesar de esto siga creyendo en los ácidos, el agua, y no se que químico, pero son simples aduladores de Mefistófeles disfrazado de razón. Yo voy a seguir lamentándome cada vez que pelo una cebolla y cada vez que destruyo el universo mismo.