Estaba leyendo el otro día sobre la alegoría de la caverna de platón, aquella donde las personas permanecían atadas y a oscuras viendo simplemente las sombras que pasaban detrás de una gran fogata.
El pupilo de aquel filósofo que increíblemente fue leído por nuestro querido Carlos Menem (Sócrates nunca escribió nada) utiliza este simbolismo como una manera de explicar la incapacidad que tenemos los hombres de ver las cosas tal cual son. En su relato una persona salía de la caverna y comenzaba a ver las “cosas en sí”, utilizando todos sus sentidos para ver el mundo como realmente era. Luego de saciarse del mundo real, volvía a la caverna y les explicaba a todos sus compañeros oscurantistas de las cosas maravillosas que habían encontrado en el exterior. Como era de esperar nadie le cree y comienzan a llamarlo loco, por intentar explicar cosas que nadie entiende.
Luego de leerla y analizarla, y de por fin darme cuenta que estaba re al pedo, comencé a buscar posibles conexiones con nuestra realidad, con nuestra vida misma. Y la verdad que no se me ocurría nada vinculado específicamente a esos dos mundos planteados por Platón, hasta que vino a mi mente, de manera algo casual y azarosa, una imagen más bien poderosa y ajena a mi propio contexto.
Me imaginaba, como Platón lo hacía, que todos nosotros estábamos dentro de esa gran caverna viendo simplemente las sombras y los reflejos de las cosas, hasta que alguien fue liberado de esa prisión fosca y trajo la luz a nuestros ojos. Me figuraba a nuestro gran amigo el ruso Sofovich saliendo de la caverna y buscando aquel elemento que nos liberara, que generara en nosotros un espíritu de rebeldía capaz de romper nuestros grilletes y escapar por siempre de nuestra principal debilidad, aquella que nos impide conocer las cosas como realmente son.
El hombre proveniente del país de los zares camina fuera de la cueva y comienza a descubrir, a ver el mundo y a conocer hasta el punto de saber todo de absolutamente todo, y es en ese mismo momento cuando se platea su principal duda existencial.
Oh Señor mío!, ¿que maravillosa ciencia debería llevar a la caverna para que finalmente seamos libres?
“Será acaso la verdad, la justicia misma, la capacidad de prever el futuro, la eterna juventud o la belleza de Pamela David. Guíame Señor, envíame una señal.”
Y en ese momento una luz surco el cielo destronando con su luz al mismísimo sol y haciéndolo aparecer como una simple luz de árbol de navidad. Y esta destellante luz no sólo iluminó al universo todo, sino que algunos rayos cayeron directamente en los pensamientos de nuestro ruso favorito, sin contar a todos los rusos que realmente me caen bien. Y si… la señal había llegado finalmente y tomó ese elemento que salvaría la caverna.
Llega a la caverna y comienza a mostrarles a todos esa bestia animada llamada “Oso Teddy”. Como Platón lo anticipó todos rieron de él y nadie se lo quiso aceptar ni de regalado y la sociedad oscurantista lo dio inmediatamente por loco. El ruso se desilusionó enormemente, pero como buen personaje del espectáculo siguió saliendo de la caverna para buscar aquel elemento liberador, pero aún no consiguió más que reciclar obras baratas de minas en pelotas que ni saben bailar. Quizás, nosotros en la caverna no entendamos nada de la verdad, pero ese oso garca, quizás haya sido demasiado.
Lamento haber traído esta pequeña historia. Sé que es una imagen muy fuerte para recordar, pero hay que conocer la historia para que no se repita… NUNCA
El pupilo de aquel filósofo que increíblemente fue leído por nuestro querido Carlos Menem (Sócrates nunca escribió nada) utiliza este simbolismo como una manera de explicar la incapacidad que tenemos los hombres de ver las cosas tal cual son. En su relato una persona salía de la caverna y comenzaba a ver las “cosas en sí”, utilizando todos sus sentidos para ver el mundo como realmente era. Luego de saciarse del mundo real, volvía a la caverna y les explicaba a todos sus compañeros oscurantistas de las cosas maravillosas que habían encontrado en el exterior. Como era de esperar nadie le cree y comienzan a llamarlo loco, por intentar explicar cosas que nadie entiende.
Luego de leerla y analizarla, y de por fin darme cuenta que estaba re al pedo, comencé a buscar posibles conexiones con nuestra realidad, con nuestra vida misma. Y la verdad que no se me ocurría nada vinculado específicamente a esos dos mundos planteados por Platón, hasta que vino a mi mente, de manera algo casual y azarosa, una imagen más bien poderosa y ajena a mi propio contexto.
Me imaginaba, como Platón lo hacía, que todos nosotros estábamos dentro de esa gran caverna viendo simplemente las sombras y los reflejos de las cosas, hasta que alguien fue liberado de esa prisión fosca y trajo la luz a nuestros ojos. Me figuraba a nuestro gran amigo el ruso Sofovich saliendo de la caverna y buscando aquel elemento que nos liberara, que generara en nosotros un espíritu de rebeldía capaz de romper nuestros grilletes y escapar por siempre de nuestra principal debilidad, aquella que nos impide conocer las cosas como realmente son.
El hombre proveniente del país de los zares camina fuera de la cueva y comienza a descubrir, a ver el mundo y a conocer hasta el punto de saber todo de absolutamente todo, y es en ese mismo momento cuando se platea su principal duda existencial.
Oh Señor mío!, ¿que maravillosa ciencia debería llevar a la caverna para que finalmente seamos libres?
“Será acaso la verdad, la justicia misma, la capacidad de prever el futuro, la eterna juventud o la belleza de Pamela David. Guíame Señor, envíame una señal.”
Y en ese momento una luz surco el cielo destronando con su luz al mismísimo sol y haciéndolo aparecer como una simple luz de árbol de navidad. Y esta destellante luz no sólo iluminó al universo todo, sino que algunos rayos cayeron directamente en los pensamientos de nuestro ruso favorito, sin contar a todos los rusos que realmente me caen bien. Y si… la señal había llegado finalmente y tomó ese elemento que salvaría la caverna.
Llega a la caverna y comienza a mostrarles a todos esa bestia animada llamada “Oso Teddy”. Como Platón lo anticipó todos rieron de él y nadie se lo quiso aceptar ni de regalado y la sociedad oscurantista lo dio inmediatamente por loco. El ruso se desilusionó enormemente, pero como buen personaje del espectáculo siguió saliendo de la caverna para buscar aquel elemento liberador, pero aún no consiguió más que reciclar obras baratas de minas en pelotas que ni saben bailar. Quizás, nosotros en la caverna no entendamos nada de la verdad, pero ese oso garca, quizás haya sido demasiado.
Lamento haber traído esta pequeña historia. Sé que es una imagen muy fuerte para recordar, pero hay que conocer la historia para que no se repita… NUNCA
No hay comentarios:
Publicar un comentario