martes, 26 de febrero de 2008

Locuras sobre la belleza y sus formas de apropiación.


El mundo a simple vista esta lleno de belleza, caminan por las calles, se cruzan en el colectivo, en el subte, en las paredes y en los carteles. En todos lados resplandece la belleza. Pero si bien aparece en todos lados, no es un bien infinito, sino es más bien escaso, lo que genera que haya gente sin escrúpulos que pretenda adueñarse de esa escasez de belleza. ¿Cuál es la forma habitual de privatización de la belleza?
El levante, no por la ciudad de España, ni tampoco por la salida del sol, sino por el efecto que genera sobre un segundo técnicas y tácticas destinadas al encamamiento, sea el chamullo, la facha, la billetera o el pene. En este sentido, el acto de levante, de apropiación de la belleza, es un claro acto de egoísmo, que va más allá de la buena voluntad del levantador.
Si una persona bella es apropiada (levantada), se garantiza una relación monopólica eterna sobre la belleza. Este objeto bello, entonces, solo puede ser usufructuado por el levantador/a obteniendo una propiedad privada sobre lo hermoso.
Esto es claramente un acto de absoluto egoísmo de dos aristas : las persona bella que no quiere compartir su belleza con el resto (se mira, pero no se toca) y decide compartirla con un solo ser; y el apropiador de la belleza, que no quiere ni que lo/a miren ni lo/a toquen.
Una primera conclusión que viene a la mente es que si la belleza es escasa, lo es solamente por su apropiación.
Imaginemos ahora, una mujer hermosa que se la levanta un don nadie y ambos deciden casarse. Esa belleza se pierde, es decir, aumenta la escasez. En cambio, si esa mujer, bien dispuesta decide repartirse, la escasez de belleza no sería tan profunda.
Supongamos que la población fea es de un millón y hay 250 mil bellas, pues bien, estas bellas deberán repartirse entre cuatro feos, que se turnaran para satisfacerse de tamaña belleza. Incluso muchas personas, de buenas que son, se dejaran mira/tocar por muchos más que 4, lo que aumentaría aún más el grado de belleza que casa persona pueda “consumir”
Una hilación posible sobre esta pequeña exposición es simple. La belleza es un bien y además de serlo, lo óptimo y deseable es que todos tengan contacto con ella. Al ser un bien escaso, es necesario, primero evitar la apropiación para no aumentar la escasez, y después comenzar a repartir y reorganizar la distribución de la belleza. Si repartir la belleza es un bien, la Iglesia y muchos moralistas están equivocados con respecto al casamiento.
El casamiento como contrato eterno de monopolio de la persona, esta mal, porque privatiza la belleza en una sola persona. Entonces las que antes se decían seriecitas, “virgas” y que eran de un sólo hombre, deberían, a través de mi lógica, ir al infierno. Son ellas las responsables de la escasez actual de belleza, y son ellas las que deben ser culpadas por este atroz crimen con la humanidad. En cambio, las rapidongas, aquellas que no discriminan, que se entregan al bien de la humanidad, y trabajan en pos de la felicidad del todo, deben ser reconocidas, valoradas y aceptadas por Dios, como verdaderas epartidoras de belleza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ahora comprendo mejor porque valoras tanto a las mujeres rapiditas de casco!!! Buenas, sociables, amables, cariñosas, agradecidas... En cambio, las feas y amargas, esas que te dicen "salí pesado", son desagradecidas...
Como decia un sabio pensador apodado Fasa: "las feas, cuando las encaras en los boliches, te tienen que agradecer y no mandarte a la mierda"
Merecen el infierno... Y de paso hacen un poco de lugar en D´Yaboo...
Abrazo de Gol. Rober